viernes, 30 de noviembre de 2012

el verano de AJ


Hace un tiempo atrás, ya 4 años, cuando trabajaba para un centro cultural que tenía voluntades de renovar su comunicación para, fundamentalmente, aumentar su audiencia activa, me preguntaron quién sería para mí la personalidad indicada para promover la programación mensual: AJ, dije a los gritos. En la reunión semanal de equipo se hizo un silencio monacal, bastante habitual ante mis arrebatos verbales: respuestas snobs y cursis SIN FILTRO;  todavía recuerdo las torres de sanguches de miga de 25 cm de altura perdiendo la cadena de frío y los botellones de cocacolas retornables de dos litros y medio coronando la mesa de directorio en enchapado de falso roble, como única réplica a mi ocurrencia. Pero AJ, paseándose por las galerías, invitando en un mini micro a los televidentes por canal 3 o 5, AJ en locución radial promoviendo un festival o el cine de los domingos, hubiera sido un 10 puntos. Hagamos una prueba, ¿quién no conoce a AJ en la ciudad? 40 años de permanencia y producción mediática a favor de la comunicación cultural. ¿No hubiera sido genial que los equipamientos culturales comuniquen sus contenidos con la voz y la osamenta de AJ? Max Cachimba trató, a su modo, con el refinamiento habitual de su línea y humor, de infiltrar a Llorente en los contenidos de aquel equipamiento. ¿Hay un perfil, hay un target o no hay perfil o no hay target, hay agentes culturales? ¡Qué desastre de preguntas! Hay modos más o menos divertidos, hay productos culturales que se ajustan, y otros que se pierden, que no sirven, que no son eficientes. Hay permanencias inauditas y hay pasos rápidos hermosos.  Pero es riesgoso y lindo poder pensar cómo uno no pensaría, de esta manera el auto-jaque es un ejercicio muy favorable para la creatividad. He leído un texto de AJ en el que invita a visitar el MACRO y hoy vuelvo a verlo retratado por Cachimba en un dibujo. Mi hijo dibuja a diario ese dibujo de Cachimba dibujando a AJ. Yo quiero ser Llorente, quiero que Cachimba me retrate y quiero que mi hijo me dibuje con amor. Ayer veo a Alberto J. Llorente en un primerísimo plano de cartelería urbana promoviendo una empresa de transporte que se mueve a la costa en vísperas de temporada alta. Y AJ me superó, superó mi estándar de sorpresa, y superó su anonimato ante mis hijos: él aparece en primerísimo plano con los bracitos cruzados como el baile del gran hit musical de PSY del mes octubre 2012 en Gangman Style, de Corea del Sur. ¿El Show de AJ le copia al de Inkigayo, o es al revés? Sólo que aquí el viaje es hacia la costa atlántica y AJ se va acompañado de los típicos cabezudos, pirulineros, bañeros y minitas de la ciudad feliz.  Esos carteles son imperiosos, son excelentes. América Sánchez, Mariscal, Norberto Chávez deberían estudiar el fenómeno: gigantografía, Gangman, baile del caballo, AJ+PSY+MÁS VIDA CONTROVERSIAL. Es decir: AJ quiere bailar cabalgando como el coreano, pero el coreano lleva el charm del sastre y la percha de Llorente. 

P.D.: mi querida socia me suma este dato más que curioso que yo no había tenido en cuenta.

(El secretario general de la ONU Ban Ki-moon recibió en la sede del organismo al rapero PSY durante el mes de octubre pasado. Los dos surcoreanos repitieron los movimientos del "baile del caballo", más aquí:http://america.infobae.com/notas/60242-Ban-Ki-moon-baila-al-ritmo-del-Gangnam-Style )

lunes, 26 de noviembre de 2012

Decir “Mucho gusto” es de mal gusto.






Me convocan, mediante una breve epístola electrónica, diciéndome que relate mi gusto fanático por el ARTE. Me detengo en la consigna que, inmediatamente la recibo, la activo como un estimulo latigar para estudiarla, para entender qué esperan de mí. El acto y la potencia; concentración; intensidad. Diseccionando la orden recibida: GUSTO+FANÁTICO+ARTE, comencemos por GUSTO. (¡Qué lástima que tengamos que hablar del gusto!)
En primer lugar no sabría detallar mi gusto, sí debiera hablar de mi gusto por la ingesta de comida y bebida (la fase más cliché y escatológica del gusto), del sabor refinado o no al que accedo, del rendimiento de mis papilas gustativas o de las células receptivas olfatoria; sí debería hablar de mi gusto por el vestido, por la sensibilidad en combinar géneros y colores acordes a las estaciones del año y a horarios determinados del día; sí debería hablar del gusto por arreglar y decorar espacios vitales (el caso de los cortinados, tapizados, ramos de flores, mesas generosas, etc.);  sí se supone que debería hablar del gusto por la lectura y  cómo sedimenta esa lectura en una biblioteca; del gusto  por la compañía afable y amorosa en recintos alegres y cosies; del gusto por las caminatas en la ciudad que nos toque estar; del gusto por la silueta de nuestro paisaje extendido; o del gusto amargo en paladar por el desvelo nocturno, acelerado y nervioso. Todas prácticas endógenas, no adquiridas,  que podríamos denominar “habitus”. En fin, una lista interminable, pero ¿del gusto por el ARTE? El gusto por el arte ha sido ensayado por eruditos de todas las ciencias y saberes y, la verdad, es que no tendré la capacidad para desarrollar, tanto por ignorancia como por  vagancia, ninguna teoría novedosa en relación a este tema, por lo cual recomiendo consulten Dubos,  Bourdieu, Ricci, Camnitzer, Cippolini, Montini, Woolf, Sotis y a tantos otros que han podido volcar con carácter racional y/o perceptivo, sus estudios  al plano teórico del gusto. Rescato este ejemplo de Luis Camnitzer que nos dice así: …Un elemento—y obstáculo—fundamental en la configuración de la toma de decisiones, particularmente cuando hablamos de arte, es el gusto. Entre los estudiantes, el gusto es considerado como un instrumento importantísimo para hacer juicios con respecto a la calidad de lo que producen. Piensan que están ejerciendo su subjetividad y no se dan cuenta que el gusto es una construcción social totalmente sujeta a ideologías colectivas y a la influencia que ejercen sobre la experiencia personal.

Thatched House Club, Dinner of the Dilettanti SocietyLes pedí que hicieran una obra lo más “fea” posible. Trataron de hacerlo, realmente, lo mejor que pudieron. Pero inevitablemente los resultados no llegaban a ser desagradables en sí mismos. Siempre tenían referencias a valores sociales, tales como la repulsión que causan los excrementos fecales, que fue uno de los ejemplos usados con mayor frecuencia. Lo cual a su vez presentaba otro tema: el por qué la ingestión de comida en público es un acto de celebración, mientras que la excreción de comida en público es considerada de mal gusto. Aún si se la ejecuta vestido con un frac. Incluso hay leyes sobre esto último, y el vestirse con frac no exime del delito… Avancemos hacía el segundo tópico de aquella fórmula que estamos disecando: FANÁTICO.

                           

Ser un barrabrava

Pienso en un barrabrava y en cómo vuelca todo su entusiasmo corporal al abrazo infinito y colectivo de su cuadro de futbol, o en cómo se esconde tras una bandera de fondo amarillo y letras azules que reza “MI MALDAD. TU MIEDO”. Sí, es lo primero que me aparece al pronunciar la palabra FANÁTICO: un hincha  de fútbol (1). Por lo cual, trazo un paralelo entre aquello del gusto, el no adquirido con una pregunta, ¿cómo es que uno es de un cuadro u otro de futbol? En un 93% de los casos no es por elección, por decisión adulta y racional, por gusto adquirido, que uno ame unos colores u otros de camiseta, es por “habitus”. Casi un 100% de los hinchas de futbol son de un equipo por una sobrecarga entre congénita y hereditaria de amor. El ejemplo más claro de aglutinar el gusto y el fanatismo es la pasión por un equipo de futbol. Toda esta deriva puede sonar extraña y aquel lector que desconfíe de mí, por aseveraciones tan taxativas, le recomiendo abandonar la lectura en este punto y seguido. Caso similar al futbolero es el religioso, sólo que en el deporte el objeto devocional no es abstracto y es, fundamentalmente, cuantificable (puntos en tabla de posiciones, goles, jugadores, hinchas, entradas, hasta el rating de IBOPE). En la religión aparecen figuras peligrosas como el vanguardista Torquemada,  fanático y converso doble faz. El fanatismo religioso, puede que sea el más oscuro de los fanatismos. Charles Manson y sus seguidores, ¿por qué no, también? Una lista inagotable de adorables y deplorables criaturas fanáticas. Fanáticos de las artes marciales, del arte de curar, del arte culinario, de Lady Gaga, del séptimo arte, de XUXA, fanáticos sanmartinianos, fanáticas de Arjona y todas las posibles correlaciones de fanatismo que el gúguel nos puede ofrecer. Todos los fanáticos del arte de guglear. ¡Qué somos todos en definitiva! Pero debería enfocarme en el ejercicio. Aclaro que no es la primera vez que me convocan a escribir sobre FANÁTICO+ARTE. Y, verdaderamente, no sé muy bien qué pensar sobre esta sintonía fuera de compás en la que me invitan por espasmos para reflexionar. La primera ocasión que me detuve en FAN, FANÁTICO, FANFICTION, FANART me sucedió por el año 2003, cuando una talentosa colega, Lorena Cardona, tenía idea de casarse con el Príncipe Felipe de España .  Y quise, de manera amorosa, escribirle unas palabras para honrar su tan mega proeza-producción non-fiction y fan-fiction. Lorena Cardona, como enamorada del Príncipe Felipe, construyó un aparato eficaz para conspirar contra la boda de Felipe con Letizia Ortiz y poder ser ella quién lo despose. Esto no sucedió en la vida real “real” pero Cardona, con su procedimiento de fan-fiction, logró tener un cuerpo de obra memorable que atraviese el fanatismo a límites documentales y artísticos nunca antes vistos y aumentar, en cada relato, la onda expansiva de su amor fervoroso. Caso similar es el de Omar Lachar con quién he tenido el gusto de trabajar en el año 2007, asistiéndolo en una exposición en la que él ponía en circulación todo su archivo, integrado por más de 4.000 piezas fruto de su activismo cultural.  En aquellas fotografías  Omar aparecía replicado hacia el infinito y más allá junto a celebridades de la cultura, utilizando un procedimiento habitual de los colectivos fandom, reinados propios de los fans en los que comulgan en logia organizando cuerpos documentales altamente jugosos. Lachar es un fanático que, de tanto serlo, se vuelve celebre por osmosis con las personalidades cercanas. Ingresa al mundo fantástico de los famosos y mediante el proceso de repetición, tan propio de la multimedialidad contemporánea, revierte aquello de ser un desconocido para ser el más familiar de todos en la expansión de su inmenso y trabajado archivo riguroso. Proliferan en el mundo fanáticos inocuos que se someten a la ficción, aún padeciendo parciales índices de delirios, esquizofrenias y ciertas pulsiones megalómanas. O casos contrarios en que pretenden modificar la realidad, y su posible devenir, para poder torcer la historia de una ficción según un guión previo, como Capote en su A sangre fría. Pero este es asunto para otro capítulo, me fui de tema. Vamos con ARTE, lo complicado para el final. Uauu!

Una partera sin fórceps

Para hablar sobre ARTE pienso en el modo efemeralización. Es decir, en un universo cargado de mega producciones faraónicas, está bueno poder hacer el ejercicio de producir mucho con poco.  O no producir. Se pueden entrenar operaciones, instructivos y recetas que ejerciten el famoso “efecto látigo”. Es decir, cada vez menos eficientes, más delirantes, más riesgosas, menos productivas y con mayor disparo centrífugo para acercarse al arte, sumando equipos, socios y amigos. Ser gregarios y desprolijos por naturaleza y perfeccionarlo. O seguir trabajando solo también y que nos nutramos del amor. Para pensar en  ARTE está bueno practicar en una zona yerma en la que nunca ha sucedido nada y está todo por explotar, también podemos pensar lo opuesto y que todo resulte próspero. No tengo definiciones posibles, más que un talante mental y físico en el que una está sumergida.  Entonces, desde este estándar de tres palabras: GUSTO+FANÁTICO+ARTE,  este sincretismos etimológico al que me invitan, luego de haber dado una vuelta anómala por mis circunvoluciones sensitivas y bibliográficas, es que puedo transmitirles la siguiente aclaración: no tengo gusto por un artista favorito del cual podría ser fanática. Sí tengo un pequeño listado que atraviesa mis  pensamientos, percepciones y acciones; y, a medida que pasa el tiempo, van mutando y variando sus protagonistas,  que aquí comparto escalonados y en escalerita:
La sagacidad sensible de Oscar Bony
La austeridad de recursos de Jacques Tati
La gélida heladera de Warhol en la Factory
La disponibilidad cinética y cromática de Blake Edwards
La maña ósea para los tiros libres de Diego Armando Maradona
La tarea cotidiana de Luis Márquez que, como jardinero, se esfuerza por detener el tiempo generativo de las plantas.
La ternura ofrecida por todas las mujeres de este universo, la capacidad combativa de mi madre y la destreza provechosa de mi abuela para traer al mundo 12.000 bebés.

(1)El término hincha fue aplicado por primera vez por un talabartero uruguayo llamado Miguel Reyes, que era el responsable de “hinchar” la pelota  del equipo de Nacional del Montevideo, club del cual era fanático con alevosía.

este texto fue una invitación del equipo de club de fun: 
http://www.clubdefun.com/index.php?page=noticia&v1=gusto-fan%C3%A1tico-arte-lila-siegrist

viernes, 23 de noviembre de 2012

Ciudad Oculta



Si se mira la ciudad ideal atribuida a Piero Della Francesca de 1475, en la que el ajuste de luces, sombras y espacio se adhiere a la perspectiva y a la construcción en base a la sección áurea y al desarrollo óptimo de la vida del hombre, puede pensarse que estamos ante un problema con estos dos libros. Podríamos detenernos en ciudades imposibles, o ciudades minúsculas para ser observadas con lupa, o ciudades relatadas de manera concéntrica y en expansión, donde el des-manejo de albardón puede ser la renta del terreno; pero acá estamos ante dos ciudades ocultas y vivas que cobran forma y se desvanecen continuamente.
En el caso de El centro de Paulina Scheitlin hemos trabajado con un cuerpo de obra con voluntad de ensayo fotográfico, que en su edición final para el libro dio cuenta de cierto recorrido autobiográfico y de una ciudad atemporal y ágil, donde una paleta cálida de luces se apropia del clima general. También vale la pena destacar que la topografía del territorio reconocible en el libro, puede ofrecer el ejercicio de realizar un nuevo curso, una nueva deriva en estos trayectos que la autora ha señalado.
En cuanto a la realización del libro La noche de Luis Vignoli, debería saberse que disponíamos de un archivo fotográfico cuantioso perfectamente clasificado, en el que el rigor por el dato y el documento se une, ahora, a un relato agitado y novedoso de la vida del trabajo del artista, en sus raides nocturnos hasta una madrugada no tan lejana en el tiempo.
Las ciudades son una marabunta desmadrada, donde la memoria, los deseos, el intercambio y los signos del lenguaje son la materia prima de su propia constitución. La idea de estos dos libros, fue dar cuenta de algunos recorridos por la ciudad, por medio de la fuerza centrífuga que autores tan disímiles como Paulina y Luis, pueden generar.
Acá me interesa destacar que hemos operado con dos acervos enormes y activos, con la ventaja de tener a los autores presentes, a los que con cierto carácter preventivo en el cuidado del material, hemos editado, puesto en circulación, y compartido con nuestra comunidad.
Me quedo pensando en las ciudades trazadas en una tertulia nocturna entra occidente y oriente, para comprender como se recrea el espacio urbano desde la sensibilidad y la agudeza vital. Pensemos, entonces, que estos dos nuevos libros proponen diseminar ciudades invisibles y ciudades ideales: desprolijas, felices, diversas, con rebarba, complejas y generosas. Al menos acá se ha intentado dar cuenta de eso. Hemos convocado a dos autores, hemos  trabajado con su obra, y ahora festejamos poder desparramarla.


martes, 13 de noviembre de 2012

ANUARIO OPERATIVO

A los comienzos del año 2010 nos reunió, a Georgina Ricci, Pablo Montini y a mi, las ganas de establecer conversaciones con otros, en una marabunta a la que usualmente llamamos ciudad de Rosario. Comenzamos a talar ideas delirantes y amorosas en relación a cómo podríamos contar una ciudad desde el lugar del arte. Nos hemos dedicado de manera muy laboriosa a invitar a los más cercanos y periféricos autores de nuestro medio (entiéndase universo mundial), para realizar un retrato amorfo de una y otras cientos de escenas. Así avanzamos con el primer volumen de ANUARIO 2010, y pudimos sostener el segundo correspondiente al año 2011. Podríamos detallar, en este nuevo modo de reunión que tiene forma de libro, muchos indicadores óptimos de gestión y fracasos temibles: ESO ES UN PROYECTO. Podemos también contar que fuimos parte de programas, de seminarios y congresos, y que fuimos caso de análisis en esos seminarios, en esos congresos, en notas de prensa, en conversaciones y en chismes. También que fuimos amados y despreciados. Que trabajamos para-institucionalmente y para las instituciones, que "ejercitamos la imaginación histórica", que tenemos "compromiso con la calidad", que aglutinamos a "los artistas de la ciudad del cereal", que tantas otras cosas. Que no descansamos: activamos lecturas, escrituras, venta de libros, compra de libros, invitaciones a fiestas, y miles de vituallas. Que convocamos amigos y desconocidos. Que la mayoría aceptaron colaborar y compartir sus ideas. Que fuimos anfitriones de un espacio en estado chicle. Que lectores, escritores, autores, miradores, observadores, colaboradores, patrocinadores, promotores, agitadores, traductores, correctores y muchos cercanos, son y han sido parte del equipo de trabajo; contamos 634 seres adheridos a nuestra membrana operativa. Algo se ha modificado.

martes, 6 de noviembre de 2012

El incendio del río, Gise Cortese


Definir y clasificar las sombras de Gise Cortese (Armstrong 1982), podría ser un ensayo de trazo ilimitado. De todas maneras, me detengo en la fronda de los árboles para acercarme al trabajo sensible de la artista. La brisa se cuela, entre las hojas y genera un fenómeno cimbreante, dibujando manchas que se mecen desparejas. También podrían ser sombras coloreadas por el propio tinte de las hojas, de las ramas y de todas las refracciones comprometidas en este despliegue de doble transparencia. Estas virtudes se presentan en grado superlativo si observo árboles de hoja caduca, donde cierta colección vital, cromática y variable refleja los ciclos de las distintas estaciones del año. Y todos estos fenómenos son conspicuos al ver un sauce llorón besando el agua que reverbera entre tostada, amarilla y blanca, largando chispas de roce sobre la extensión fluvial. El cobijo, los haces de luz y los fragmentos tintineantes del río y el follaje podrían ser atinados al resultado de Gise. Para lograrlo, ella administra un procedimiento milenario junto al relato autobiográfico: 6 años de vida en la China. El tiempo de uso y el tiempo como curso, en ambos sentidos aquí, se presentan como magnitud física con celeridad cero. Ella sostiene un hábito; desguaza, sin velocidad aparente, quirúrgicamente, la materia para recrearla. Retira masa, del mismo modo que la escultura renacentista daba volumen horadando la piedra, para iluminar un nuevo cuerpo. Aquí las formas aparecen por el valor, con el claroscuro cincelado en la materia; el ligue del papel se desvanece para generar un nuevo espacio entre imperceptible y atroz. Pone en peligro la solidez de las estructuras, aniquila las certezas, como si empuñara un trépano ofreciendo espesor, albor y oscuridad a los cabellos de los ángeles en el mármol. Vence la resistencia de la materialidad. ¿Piedra, papel o tijera? Todo junto y nada a la vez. Sombras, sombras: instala paisajes en muros ciegos, generando reflejo en superficies opacas. Improvisa la compacidad del aire, incendia el agua: imposible. Gise Cortese desteje la materia, aclara la sombra, le da luz a la forma. Replica y amplía la óptica por donde espiamos el universo.


(El incendio del río se puede visitar a partir de mañana 7 de noviembre en el Museo del Diario la Capital de Rosario)


La noche desde la noche: Luis Vignoli



Luis Vignoli relata la noche desde la noche, desde la pista de baile, bailando en la pista. El plano que construye es el del bailante bailando con un gran angular dispuesto entre el pecho y el ojo siempre listo para el disparo, estampando flash sobreexpuesto, con arriesgada cantidad de piel desnuda, una paleta cromática  acotada: relación de colores primarios con secundarios, sin tierras, sin quebrados y profusión de azules noche. Negros  en valores bajos, pero en ajustado contraste de claroscuro, en las fotos B/N.
Los retratados se divierten, se dejan retratar, resuelven deals, posan, se arreglan, se maquillan, se besan, se abrazan y bailan, compartiendo con Luis la posibilidad de no detener el festejo. La banda sonora de este relato podría ser Rock the Casbah de The Clash. Me gusta pensar en este tema, aunque no se ajuste.
Eran los 90´s. Las FM´S transmitían en vivo desde los boliches el rún rún de la noche. No existían los controles de alcoholismo por la DGT, no existían los radares, ni estaba prohibido fumar y se hacía alarde de los tamaños de las motos.  Las chicas llevaban, sin prestarle mucha atención a los crudos inviernos, unos hot-pants de cuero y puperas multicolores para ir a bailar. El pelo se usaba planchado o freezado, pero siempre muy arreglado y en estado de melena desplegada, casi nunca atado. Los géneros de la ropa eran en su mayoría adherentes: chiffón, tafeta y raso elastizados, medias de lycra con brillos y muchos ombligos y espaldas descubiertos. Botas bucaneras también.
Había tarimeras, que eran chicas contratadas para arengar el baile y generar clima festivo.  Se usaban pelucas de cotillón, anteojos negros, mucho maquillaje empastado, body painting y los chicos se ponían mousse en el pelo como primeros atisbos de coquetería masculina aderezada de cosméticos femeninos. Las fiestas eran temáticas, en la mayoría de los casos, así como siempre garantizaban un espectáculo sugerente, mucha preproducción artístico/artesanal.
Yendo a peinar documentos a la Hemeroteca Municipal, para encontrar algunos antecedentes del trabajo de Luis en el contexto local, detecto entre “Monos y Monandas”,  “Gestos y Muecas”, “Ecos de Rosario”  y “BOOM” que la primera vez en que aparece gente bailando es en una foto de 1948 de la revista “Ecos de Rosario” n°60  en la que Fotografía Renom se atreve a ponerle movimientos danzarines a los tan acartonados registros de la vida social de la ciudad. Dandys y flappers con mirada de cera, en riesgo de extinción. Luego vendría un desmadre en las fotos, pero el momento más dionisíaco quedaría de manifiesto en una fiesta organizada por Gollán  en el año 1969 para Canal Tres, llamada “La Noche del Tunel”, en la que el empresario metió gente bailando adentro de dos jaulas suspendidas en lo que luego sería Tunel Manía. Las fotos de esa noche no tienen autor, no tienen firma en la Revista BOOM, puede resultar sencillo averiguarlo, y valdría la pena revisar todo el archivo fotográfico de esta publicación. Stduio54 vendría 8  años después. En Rosario las fotos de la gente bailando acompañan el nacimiento de las discotecas, en su mayoría temáticas y con fuentes de inspiración étnica, hipy, montecarleana y muy balear: Baltazar, Mongo Aurelio, Tunel Manía, Rojo 7000, Los Solares de Rosario, La Escalera, Boîte Caracol, KOKO, entre otras. Habrá que revisar el complejo período ventana de la noche entre 1973 y 1982, me lo debo.
El material de espurio de las revistas de vida social, de la noche y la moda de los años noventa conforma el repertorio de “La Noche” de Luis Vignoli por la EMR, donde el estándar esperado por esas publicaciones está apenas corrido para ubicarse en el sector de lo impublicable. Así es como  Luis comienza a producir un cuerpo de obra a partir del remanente visual de una noche plagada de contradicciones amorosas y visuales, de brillos y sombras, tan propios de aquellos años en que se enmarca este recorte epocal: 1990 y 1998.
Vignoli podría haber disparado, tanto los retratos socialeros vernáculos de Pepe Bárbaro entre los 50 y los 80 como, las primeras imágenes de Cory Kennedy, picados al suelo, como lo hace con una parejita de chicas, flacas y muy jóvenes, mientras abandonan el festejo, descansando en un rincón lejos de las luces y el estruendo de la música, pero diez años antes que Mark Hunter para  The cobra snake, sitio web http://www.thecobrasnake.com/.
Todo el trabajo de Vignoli, aquí editado, es pre Cromagnon, pre Facebook, mientras María Soledad Morales.  “Los noventa me dan miedo” dice alguien en los testimonios de la expo Underdance, en la que Luis exhibió casi la totalidad de las fotos de esta serie en la Biblioteca Alfonsina Storni de Rosario (2011), a mi también me dieron miedo pero no me los perdí. En realidad todo fue menos salvaje de lo que parece.


(Nota trabajé como editora adjunta de este libro, junto a El Centro de Paulina Scheitlin; ambos se pueden comprar en el stand de la EMR $50.-, pronto en todo el país. La Noche y El Centro se presentan el 21/11 a las 19 hs en el CEC,  )

lunes, 5 de noviembre de 2012

Tocaya de Futurama



Todo parece indicar que “alguna era está por llegar a su fin”.
Puede que sean muchas eras, tantas como individuos me circundan. Es decir, uno tiene eras porque hay otros que acompañan la escena. Una escena existe en tanto hay un ser que actúa y, al menos, un testigo que la comenta. Yo puedo ser una escena. Una escena se puede convertir en era si la perpetuamos, si la volvemos crónica y aguda.
“No podré ya más aspirar a ningún Premio Nobel”, me confesó mi padre en el año 82´a su vuelta de NYU, al comprobar que en la universidad los investigadores en cristales de líquido sinovial le dedicaban 20 horas por día, o 3672 días por década, a mirar tuertos por un microscopio electrónico fluidos articulares de seres humanos, para lograr aplicar al galardón nórdico. Él prefería salir de paseo los fines de semana con nosotras, prendidas de su mano, contarnos historias extrañas de asuntos reales, confirmando permanentemente esa frase: “chicas siempre la realidad supera a la ficción”, y continuar con su casuística verbal extravagante y sibarítica. Ese día, de hace 30 años atrás, implicó tener conciencia que mi padre sería un simple mortal siempre. Agradezco su dedicación discursiva y amorosa.  Lamento aún no poder deshacerme del complejo de Electra.
“Fumé durante 20 años con responsabilidad y constancia”, aseveró mi madre en el año 84´, mientras apagaba los tres cigarrillos que tenía prendidos en simultáneo como siempre: uno en el laboratorio, otro en la sala de extracciones y, el último, en la sala de espera. Dejó de fumar habiéndose dedicado con mucho ahínco a trabajar durísimo, a estudiar con esmero y eficiencia, y a criarnos a mi hermana y a mí. El día que dejó de fumar, supe que ella nunca más volvería a tocar un cigarrillo. También intuí que yo fumaría con el mismo afán que ella, he dejado de fumar hace poco. Hemos conversado mucho sobre nuestro bajo umbral de sensibilidad ante los agentes toxigénicos exógenos a nuestro organismo, así como hemos compartido nuestra poca resistencia a la fiebre y una altísima tolerancia al dolor. Creemos ser mujeres fuertes, animales corajudos,  y así nos vamos criando. Con el tiempo entendí que si tenía hijos los engendraría de la misma manera en que mi madre nos acompañó a nosotras. Aún hoy padezco síntomas de admiración y amor desmedido por ella.
Ya tengo la edad en que mis padres, a esta misma edad,  realizaron un dog-leg en sus vidas. Mis hijos ya tienen la edad en que yo comenzaba a acordarme de todo en los ochentas, pero ahora ya es el siglo 21. Ya tengo la edad en que mis hijos se acordarán de mis decisiones verbalizadas e implementadas.  Aún no sé cuáles serán esas inflexiones que tanto cambiarán mi curso y los de ellos. Sí tengo claro qué no seré, qué no haré y qué no volveré a hacer nunca más, pero no sé muy bien que clausuraré de mi vida presente.
Pero hoy la máquina, que es cada día más plana, invisible y poderosa, larga al aire un monólogo que escucho y queda suspendido. La que emite la sentencia es mi tocaya de Futurama: “mis años de salvaje hedonismo me están afectando, será hora de quedarme quieta”, dice Lila.
Algo tendrá que cambiar, si no ha cambiado aún.