miércoles, 28 de agosto de 2013

Belleza es aptitud expresada (Sir Walter Armstrong)





Estas semanas han pasado muchas cosas. Ha salido a trotar las calles mi nuevo libro Tracción a sangre, se ha festejado en cenáculos íntimos, se ha comentado, la chusma ha hecho lo propio en bares como Pasaporte o Paco Tío entre poetas añejados por la gestión cultural y bellas ninfas. 
He leído una inusitada novela corta, de tres amigos, que se llama El día feliz de Charlie Feiling del trío loco convertido en dupla esquizo Bizzio-Guebel, en la que estos tres grandes, Feiling, Bizzio, Guebel, se comen un asado en Ramallo y luego se insolan y luego nadan entre flatulencias literarias en el Paraná para rematar, con la hidalguía propia de Sir Feiling, a bordo de un bondi de vuelta a CABA. Este libro tiene tapa excelente y hermosamente pictórica de Daniel García. Un cuarteto de galanes imperdible. Hay que leer esta novelita y mirar esa pintura en la que un Volvo verde ochentoso copa la tapa. ¿Esta es la tradición literaria? 
Luego los días avanzaron por sectores extraños, se empantanaron con malas noticias. 
Se reactivó el lodo, convertido en orfebrería decorativa, con un quinteto gráfico de Vanzos de jarrones con flores que adornan mi hogar. También apareció un Cochet de jarrón con flores sobre arpillera. ¡Mamá cúantos jarrones con flores! me grita la púber paya. También paseamos nuestro perro, y aprovechamos para hacer picnics en el parque España. 
Recibí un dibujo hermoso de regalo de Fernando Calero en el que bendice mis poemas. Allí la voz. La voz de los poetas. -Mis poemas-. La voz que aún no tengo. Lo que se debe aprender, y lo que nunca tendré por ser marrana. Lo que nunca me dará la bravura. Lo que me dará siempre la permeabilidad, la capa lúcida de mí. Escribí un poema que trata de los últimos fríos y de las mujeres rosarinas deslizándose como eslavas;  la foto hierve. Tomé el té y una coca con Arturo Carrera, caminamos y vimos el garage Apolo de calle Sarmiento 555, miramos el río. Conversamos toda una tarde de martes, y nos detuvimos a mirar el gomero enorme ribereño que tambalea en la barranca, y eso le hizo recordar este poema de Sarduy que habla de otro gomero enorme y aprovechamos para leer juntos:

PARA EL ÁRBOL DE “LA RECOLETA”

¡Qué lección para el hombre: proliferas

en todos los sentidos! En el viento

son tus ramas emblema y argumento

de toda plenitud. O las banderas

de una plegaria. No comienza el día

sin que pájaros, dioses tutelares

y demonios menores o insulares

se afronten en tu copa. Simetría

He aprendido que un libro es, ante todo, la voz de su autor. Desde que hago poemas experimenté mi propia voz en modo poema, la he escuchado, la he escrito, me he sentado a escribir para ver mi voz vivir. Pero hoy, el sábado pasado, vi la reverberancia amontonada de la voz de un autor. He escuchado en vivo y en directo a Damián Ríos leer sus cuentos en el Club Editorial Río Paraná. Lo hemos escuchado leer su libro y su cuento Bajo Cero editado por IVAN ROSADO; y, mientras lo oía, pensaba que ya, a partir de ese mismo instante del presente que nos rodeaba, no habría vuelta atrás con el ejercicio de la lectura. Siempre que leeré a Ríos escucharé su onda. Así es como se acentúa la voz del poeta Ríos en un afótico malevo, mataco, castizo, artigueano, y no sé qué más, en el que él nada pausado para ofrecer todo el sonido propio, congénito. Ahora sé que tengo en la biblioteca un libro vociferante y, ya no es un libro, es otro objeto que se dispara en miles de sentidos, se estrella de modo centrífugo y se desmadra.  Algo parecido me ha sucedido mientras  oía leer sus poemas  a Arturo Carrera en festivales y en su living, y en mi living. También, casi lo mismo, al escuchar las grabaciones de Pizarnik leyendo a AC, y luego  escuchar mis poemas leídos por la voz de AC durante largos, larguísimo escasos tres años. Es así como se empalman lecturas de las lecturas de las voces, y las voces de las lecturas, generando un canon eterno en mis circunvoluciones. 
Ayer preparábamos con mis nobles/nobeles editores la lectura que haremos el sábado para presentar Tracción a sangre en el Club Editorial Río Paraná, y elegimos los poemas que irían con otra voz que no sea la mía, con otros talantes, con nuevos ritmos, otros alcances alveolares, otras extensiones del canto, para descubrir nuevos poemas en los míos y así que la escritura, la lectura, la voz se dinamiten y renueven, todo al unísono.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Lo que se dice de Tracción a sangre. Wandzik+Garamona

Tracción a sangre /IVAN ROSADO, 
se presenta con super ágape 
el sábado 31 de agosto a las 18hs.
en el Club Editorial Río Paraná
Vélez Sarsfield 395 - Rosario.

(vociferando Tracción a sangre, lindas fotos de Fede Leidi en Recital de locos en XXX)




En Tracción a sangre Lila Siegrist hace un llamado, que es también una advertencia: “chicas jóvenes poetas de mi tierra abandonen la poesía”. ¿Quizás porque los poemas son algo así como el motor de una experiencia que podría dispararse para ir a ocupar un “volumen” real, ya no en lo ilusorio de una biblioteca, sino en la verdadera vida? Yo me hago estas preguntas, las escribo con mi pésima letra manuscrita. Pero sé que Lila igual habla de otra cosa ­­–la verdadera poesía siempre está escapándose– mientras moldea con la punta rosada de su pluma esa materia prima melancólica de la que habló Zelarayán, y examina las zonas que el agua va dejando en sus declives. Aquí una rama podrida, allí un pájaro traslúcido llamado Tangará que le dice al oído los versos más obscenos, que ella por pudor no anota. Esta es una poesía preclara, que reflexiona sobre las posibilidades de modificar las tendencias hoy visibles hacia la ruptura del consenso.


Francisco Garamona


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Este es fundamentalmente un libro diurno, luminoso, pero también frondoso y fértil. Aunque estos calificativos no se contradigan y por el contrario su combinación sea la fuente de un terreno superabundante por donde Lila avanza con su horquilla de sauce eléctrico revelando un paisaje-lenguaje tan único como recurrente. Aquí el agua divide y une dice la poeta rabdomante.
Una de las maneras de leer este libro –la que recomendamos– es con el frenesí propio de quien sabe que al golpe de bajada de cada verso encontrará una sorpresa.


Ana Wandzik

martes, 13 de agosto de 2013

las casuarinas


Yo corrí por calle Balcarce para ser puntual.
En Suipacha 286 un níspero abraza un paraíso.
Todo sucede en el mismo sector de la misma ciudad.
Descansar después de mi despliegue atlético y célebre.
Nunca pude someterme a su expansión huárpida
a su desarrollo felino
fémino.
Escarba su oído el tono de mis palabras
que recitan mis labores legionarias
tracciones forzosas e inútiles.
Entre las casuarinas una cueva de leones me ampara del sanavirón.

jueves, 1 de agosto de 2013

los bigotes de mi abuelo


Me pregunto qué hago sentada una tarde de enero frente a la computadora mirando a mi vecina, becaria del CONICET, en su sala haciendo lo mismo que yo: escribiendo y mirando por  su ventana. Un loop en esta tarde extraña. Para salir de esta pregunta estudio la heladera y afortunadamente me brinda la posibilidad de un Campari con naranja que tanto mi terapeuta Pichín Policastro me recomienda. Muevo todos los objetos de mi escritorio permanentemente, estoy encerrada en esta casa y el cielo está lobuno a 43°C; el sopor ambiente es alto. También aparte, estoy leyendo el suplemento RADAR del 22.1.12 donde una tal Ana Porrúa me cuenta algo que yo ya viví: “Recuerdo la primera vez que leí o escuché (no me acuerdo que hice primero) Cadáveres”, y es cierto lo que dice, yo ya no sé que hice primero, si escuché o leí. Pero, pensando un toque, sí sé, primero me leyeron Cadáveres (ni escuché ni leí), y recuerdo la luz que caía sobre aquel lector desde el lucernario lejano en el techo de doble altura. Y es cierto que recuerdo esa tronera clara de fulgor que desteñía los gestos comprimidos del orador negro entrenado, hace años atrás. M-E-L-E-Y-E-R-O-N-C-A-D-A-V-E-R-E-S. Aquella escena de lectura amplificada, podría haber tenido el mismo resplandor que el fresco de Piero della Francesca llamado El sueño de Constantino, donde la tranquila escena nocturna del dormitar del conquistador romano es iluminada de pronto por un rayo de luz al descender un ángel del cielo sosteniendo el símbolo de la Cruz en su mano extendida. Y entonces con este nivel de ajuste preciso: de la ventana, del calor infernal de enero, de mi vecina en su ventana, del mail que espero recibir, de Perlongher, de mis mañas para escribir mal y leer peor, de la lectura en voz alta que me enseñó Arturo, de la geometría Euclidiana y la luz en la pintura renacentista, del momento del año en que los balances son ejercicios recurrentes y obligatorios, es que aprovecho para repasar mi conducta briosa que tan extraña siento, y a la que le desconfío tanto por estos días, para poner orden y propiciar el progreso. Antes que nada pienso que me parezco a lo peor de mis padres, y mi hermana tiene acumuladas las virtudes de ambos. Ella es admirable, y yo estoy enferma de mi propio ser, así todo sé campear mis calamidades. Tengo el cuero blanco-blanco, una rusa en el cuerpo de una tana, bajita, retacona y cimbreante. Soy la mecenas de mí misma, y eso me ha liberado de pasar cada fin de mes a cobrar un sueldo del estado por la ventanilla con timbre que tienen ciertas oficinas; me ha hecho ajena a los tics del papeleo académico institucional, me ha generado un margen de independencia ficticia, como así también de aislamiento por parte de los otros y propia. No pertenecer nunca. Extraño, pero real. Practico la vida mundana, me alegra la frivolidad: el alcoholismo y la droga en sociedad, las charlas amenas, los bailes agitados no eufóricos, los vestidos livianos de verano. En cuanto al carácter, lo que podríamos decir tipicamente reconocible como mis rasgos de personalidad, mi estética relacional, podríamos definirme como puramente vital,  como una mujer del Alto Delta del Paraná. Revelando siempre un extraordinario vigor y fortaleza, una voluntad de vivir que se exterioriza sobre todo en mis arranques emocionales, en una pasión a veces incontrolada, en un temperamento sensual, proclive a desencadenarse fácilmente en violencias, y de golpe huraña insoportable. Feroz. Todo este despliegue se produce de manera metabólica en mi cuerpo. Mi retórica mezcla términos y temáticas de orígenes diversos y asume riesgos siempre reconocibles fuera de mi geografía habitual. El cambio de una prosa narrativa culta, inclusive con marcadas búsquedas ornamentales novedosas, que también reproduce un típico bilingüismo espontáneo, amable y telúrico. Diglosia siempre. Mi temperamento podríamos asociarlo al paisaje de las islas, de ese lugar entre el continente y el tránsito acuático que contempla las dos orillas . Sé de un torrente lagrimal pardo que estalla en mis párpados inferiores y brota río abajo desde mis ojos hacia el fluido infinito de un verano que no se detiene nunca: el río y yo en unión lisosomal desde aquí sumergidos. Lloramos juntos. Toda esta plasticidad del paisaje, de tez alazana tostada mojada, me configura. Paisaje gorgeous. Hablo de pájaros. Hablo de caza y de pesca. Por todo lo que el Moro Acebal me ha ido contando también. Hablo de tractores y sembradíos. De tanques australianos y de caminos de tierra recorridos hasta el cansancio, hasta el cansancio. También de las colas larguísimas en el ANSES, del trámite por el nuevo DNI celestito, de cómo me haría la mejor parrilla de la Tierra, de cómo revestiría el baño con monedas de 25 centavos doradas y plateadas, de los asados que me comería. De eso hablo y en eso pienso. Me motiva y me conmueve el paisaje y los árboles. Por mi abuelo entrerriano, por amor a mi abuelo entrerriano. Ese abuelo positivista, doble faz, que tenía una personalidad hermosa, elegante y salvaje simultáneamente. Que hablaba latín y alemán y, al mismo tiempo, sabía cazar distintos animales: los yacarés, cazados a garrotazos o a tiros; los carpinchos, las nutrias, el lobito de río y los peludos; la caza deportiva de patos y gallaretas. Sé cargar una del 12 y un 22. Del agua como valle para el aislamiento, de lo trágico del agua en el paisaje, de cómo caían muertos los patos en la superficie lacustre. Recuerdo cómo mi abuelo relataba, con gran actitud descriptiva, las bellezas y los misterios de la naturaleza en el paisaje.  También recuerdo las leyendas que me contaba sobre las lagunas de cauces enormes, que sostienen la existencia de una ciudad viva en el fondo del agua, donde pueden vivir seres extraterrestres. Por eso, nunca logré disfrutar del agua fresca y desprendida de las lagunas. Me dan miedo las lagunas.