Emilia está ahí,
por ser releída,
entre candorosa y atildada
su cara rodeada de pieles oscuras de lejanas geografías
para aguzar valor alto de luz sobre su piel.
Fogonazos fríos, blanco del azul, en sus pómulos
*;*
sus vestíbulos nasales
su mentón
coronan una angelicalidad envidiable,
que oscila entre boca, cejas y lunar:
concentración hierática de estas zonas.
Filistea, yo, ante el espejismo emiliar.
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