Ha sido una semana de diversas, opuestas y muy desconcertantes correrías; a parte de siestas santafecinas, libros, nuevos espacios, mudanzas breves, también hubo frente a mí un cordero macerado durante 12 horas en mi plato junto a una terrine que a cada bocado me ofreció una sorpresa, como si a cada golpe de enter se abriera un nuevo verso universal (sitando a Wandzik). El fin de semana llegó con la entrada de Jesi Bur a casa para maquillarme la cara y peinarme una cola de caballo sobre mi cabeza que me transfiguraría en otra. El poder de los colores y las formas en mí. ¡Soy un Mondrian mi dios santo redentor! Voy a una fiesta con dress code, en la que todos desoirán el modo de vestimenta. Nadie acata órdenes. Yo opto por el negro, los brillos leves de la plata y la falda larga. Alejandro Pont Lezica haría todo para que aquel llamado de etiqueta, que esta ciudad puede acompañar, se vuelva realmente glamoroso. Un vinilo tras otro a un ritmo exacto de púa, doble, coro de púas. Púas en mis oídos, y trajín para mis stilletos. Escuché Sex bomb por Tom Jones y tantos temas que permitieron que el cuerpo solivie el peso de la night. Uno baila para enamorarse y baila para olvidarse, se baila para que la frivolidad asuma nuestro torrente sanguíneo y que todo el colágeno de mis vecinas de pista corra riesgo de derrame.
jueves, 19 de septiembre de 2013
Semana de mixing
Nos juntamos el viernes con el equipo editorial y operativo
de ANUARIO. Nos animamos a aseverar cambios drásticos para nuestros proyectos
venideros. Para poder seguir estando en estado de error, de derrape, de intriga
sobre nuestras propias ideas, las ajenas y las comunes. Sobre las ideas
comunitarias. Conversamos del cierre, de un texto espinal que nuevamente no
será propio sino antiguo, moderno, clásico en el que podamos tercerizar toda
nuestra osadía en palabras elegantes. Las reuniones se hacen en el Bar Real,
pero esta vez nos movimos a la vuelta a Jekyll y Hyde, xq nuestra tradicional sede es un éxito
gastronómico de la ciudad. Allí, en la esquina de Mitre y Zabala, fuimos
atendidos con esmero y profesionalismo durante 4 horas. Almorzamos copiosamente
y luego derivamos en las rondas de café de sobremesa, hasta la hora del té, que
también tomamos. (Hubo sobre nuestra mesa un Carpani y me recomendaron, también, aumentar el tamaño de letra de este blogg). Somos siempre los mismos, de vez en cuando un invitado, un
colado bienvenido, un número vivo para nuestro rigor, pero esta vez el núcleo
duro de ANUARIO no tuvo visitas. Se está pensando en el modo en que podremos o
no captar fondos, en el modo en que este coro enorme, disonante y siempre
laborioso de cuenta de nuestro estado. Un estado de autores, lectores y editores que se inscriba
en el presente como posibilidad de espacio y de acción. Hacemos ANUARIO para reunirnos y conversar, para debatir
subidos de tono siempre. Se hace un libro, para justificar nuestras trifulcas.
Recuerdo que hace algunos meses el cuerpo del hombre infernal chapoteaba en la
Laguna del sauce y al salir del agua chorreando caían teros de sus hombros, para
laurear el amor, y allí me enamoraría más. Ese día supe, y recuerdo claramente
lo prístino de agua y la arena abrazando todo, que para los dos y para el mundo aquello fue un
flechazo. Que las cosas se hacen para poder justificar la existencia de los
proyectos. Se hace el amor o se hacen libros para poder seguir haciéndolos y
que se hagan cada día mejor por la fuerza del empirismo, o por la propia heurística.
Así es como a cada paso se decreta la existencia de algo. Es frecuente que
activemos mucho más cuanto menos actuemos, tenemos que meditar a cerca de
nuestros inventos, proyectos, y deseos, para madurar lo que se instala en nuestra
hemoglobina sensible y se nos irá de las manos. Así todo ACCIÓN-ACCIÓN-POR LA REVOLUCIÓN, me cantaba mi
madre con ternura en los 80´s.
Ha sido una semana de diversas, opuestas y muy desconcertantes correrías; a parte de siestas santafecinas, libros, nuevos espacios, mudanzas breves, también hubo frente a mí un cordero macerado durante 12 horas en mi plato junto a una terrine que a cada bocado me ofreció una sorpresa, como si a cada golpe de enter se abriera un nuevo verso universal (sitando a Wandzik). El fin de semana llegó con la entrada de Jesi Bur a casa para maquillarme la cara y peinarme una cola de caballo sobre mi cabeza que me transfiguraría en otra. El poder de los colores y las formas en mí. ¡Soy un Mondrian mi dios santo redentor! Voy a una fiesta con dress code, en la que todos desoirán el modo de vestimenta. Nadie acata órdenes. Yo opto por el negro, los brillos leves de la plata y la falda larga. Alejandro Pont Lezica haría todo para que aquel llamado de etiqueta, que esta ciudad puede acompañar, se vuelva realmente glamoroso. Un vinilo tras otro a un ritmo exacto de púa, doble, coro de púas. Púas en mis oídos, y trajín para mis stilletos. Escuché Sex bomb por Tom Jones y tantos temas que permitieron que el cuerpo solivie el peso de la night. Uno baila para enamorarse y baila para olvidarse, se baila para que la frivolidad asuma nuestro torrente sanguíneo y que todo el colágeno de mis vecinas de pista corra riesgo de derrame.
Ha sido una semana de diversas, opuestas y muy desconcertantes correrías; a parte de siestas santafecinas, libros, nuevos espacios, mudanzas breves, también hubo frente a mí un cordero macerado durante 12 horas en mi plato junto a una terrine que a cada bocado me ofreció una sorpresa, como si a cada golpe de enter se abriera un nuevo verso universal (sitando a Wandzik). El fin de semana llegó con la entrada de Jesi Bur a casa para maquillarme la cara y peinarme una cola de caballo sobre mi cabeza que me transfiguraría en otra. El poder de los colores y las formas en mí. ¡Soy un Mondrian mi dios santo redentor! Voy a una fiesta con dress code, en la que todos desoirán el modo de vestimenta. Nadie acata órdenes. Yo opto por el negro, los brillos leves de la plata y la falda larga. Alejandro Pont Lezica haría todo para que aquel llamado de etiqueta, que esta ciudad puede acompañar, se vuelva realmente glamoroso. Un vinilo tras otro a un ritmo exacto de púa, doble, coro de púas. Púas en mis oídos, y trajín para mis stilletos. Escuché Sex bomb por Tom Jones y tantos temas que permitieron que el cuerpo solivie el peso de la night. Uno baila para enamorarse y baila para olvidarse, se baila para que la frivolidad asuma nuestro torrente sanguíneo y que todo el colágeno de mis vecinas de pista corra riesgo de derrame.
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