Diego me cuenta que en la pared lindera a su taller, pegada a un descampado en el barrio Refinería en Rosario, se sentía ardor de fuego y, parece que, en el terreno baldío de una fábrica abandona comenzó un incendio de pastizales y fierros por la madrugada. Diego bajó raudo a su taller pensando que sus tesoros corrían peligro y desmontó su trabajo salvándolo de la catástrofe.
Algo de ese calor, de esos bramantes destellos indómitos, se ha trasvasado a estas salas.
Nuestra gratitud para Diego de Aduríz por desplegar su cubil candente a Richieri.
se puede visitar hasta el 28/8, imperdible.
Comparto nota de Beatríz Vignoli sobre la exposición: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/12-50656-2015-08-18.html
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