viernes, 28 de diciembre de 2012

LOL, no perfil de artista.



Hace unos  meses recibo una misiva en la que me informan que no me adapto al perfil de una galería. Un silencio de días, casi lustros, en los que escribí y vendí libros, realicé disfraces de fin de año para el colegio, vereanié en playas vacuas, escuché a Bowie y a Anibal Sampayo, leí el manual de Neufert y Pizcas de paraíso, manejé por rutas y autopistas cargándome kilómetros en los talones, dormí bajo los sauces tortuosos al costado del camino en Dolores y una siesta en Tres Sargentos, edité poemas propios y ajenos, leí noticias del calibre “llora sangre una virgen en Salto Grande”, dibujé sobre la arena, sobre papeles de puro algodón, barrené olas, pinté un sol en el cielorazo del baño, decoré fotos, preparé ceviche mixto, tomé Pronto Shake y me reuní con amigos alrededor de 68 porrones, me permitió no responder para preguntar: ¿cuál es mi perfil?
Sí pude recordar que en los 90 se hablaba que un artista circulaba si tenía  una obra coherente. Recuerdo eso como una idea ajena no xq le pertenezca a otro, si no xq  nunca podrá pertenecerme. Considero que la coherencia nunca podrá ser un valor en producción, que es propia de la falta de riesgo. Y también considero que un perfil se construye con el ejercicio crónico y sostenido de la coherencia. También considero que las ideas de aquellos encuentros coherentes de los 90 quedaron atrás y son proto-modernas.
 Silencio nuevamente.
 No tengo respuesta para aquella carta de fines de octubre. Sí tengo un texto nuevo para publicar aquí y realizar, de paso, un balance propio de los cierres de año. ¿Cuál de todos mis perfiles no se adapta a la galería?, el que puede hablar 3 idiomas, el que puede tener good maners, o comer el pollo con la mano. El perfil bochinchero o el perfil introvertido. El perfil de las acciones litoraleñas o el perfil de las fotos cuidaditas, el perfil de los videos minúsculos o el de las biopic sobreexpuestas de grotesco, el perfil que escribe, que dibuja, que ejercita el ojo. El perfil de barrabrava de la popu auriazul  o el perfil de los 4 swinnes perfectos (golf, tenis, squash o bowling). El perfil de la mujer amatronada y serena, el de la mujer con melena indómita, el de la madre buena onda, el de la gestora, el de la poeta, el de la becaria, el de la viajera, el de la docente, el de la secretaria ejecutiva, el de la coleccionista artesanal, el de la tostada o el de la blanca. El perfil de la enojada, de la moderada, de la brava, de la amorosa, de la tremenda. El perfil de la ama de casa o el de la feminista militante. El perfil de mi look o el perfil de mi voz. El perfil de mi guardarropas o el de mis zapatillas. El perfil de la mujer del alto delta del Paraná o la europea. El joven perfil de las primeras fotos exhibidas en el CEC en el año 96 o el perfil de la niña que pintaba con Escandel en los 80. El perfil de la mundana o el perfil de la refinada.
¿Qué perfil?
 El de la que no se detiene o el de la que se esconde a descansar de los que aceptan y promueven perfiles.
LOL: he recibido un piropo, muchas gracias.

sábado, 22 de diciembre de 2012

e.Book para Vikinga Criolla



Es un honor presentar al hermano viajero intergaláctico de mi primer libro, 
en coedición Yo soy Gilda y Blatt&Ríos.


Aquí les envío todas las posibilidades para adquirirlo al módico precio de $20.- 


http://www.bajalibros.com/Ficcion/Vikinga-criolla-Lila-Siegrist-y-Yo-Soy-Gilda-Editora-coedicion-Libro-25995

http://www.amazon.com/Vikinga-criolla-Spanish-Edition-ebook/dp/B00APKQLDU/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1355958884&sr=8-1&keywords=vikinga+criolla

http://articulo.mercadolibre.com.ar/MLA-444013269-lila-siegrist-vikinga-criolla-ebook-_JM

Este es de Amazon España
http://www.amazon.es/Vikinga-criolla-ebook/dp/B00APKQLDU/ref=sr_1_1ie=UTF8&qid=1355959224&sr=8-1

Este es Amazon Brasil
http://www.amazon.com.br/Vikinga-criolla-ebook/dp/B00APKQLDU/ref=sr_1_1?s=digital-text&ie=UTF8&qid=1355959330&sr=1-1


miércoles, 19 de diciembre de 2012

Podes adquirir los títulos de Yo soy Gilda editora...

La novedad de Yo soy Gilda editora es :
Casi Boyitas, de Daniel García y Gilda Di Crosta, que se puede comprar,
al igual que nuestros otros títulos

a partir de mañana jueves en:

Rosario
Oliva Libros - Entre Río 548
Buchín Libros – Entre Ríos 735
Peccata Minuta – Pasaje Pam
Gris Topo - San Lorenzo 861
Club Editorial Río Paraná – Velez Sarfield 395
El Jugeute Rabioso - Mendoza 784


A partir de enero en:

Rafaela
Librería Pura Letra - Saavedra 140


Buenos Aires
La Internacional - Padilla 865 (entre Gurruchaga y Serrano)
La Libre – Bolivar 646 (San Telmo)
Arcadia Libros - Marcelo T de Alvear 1548
Lilith Libros - Paraguay 4399

Por pedidos especiales en:
Córdoba, Sr. Lucas Ardú: lucasardu@gmail.com
San Carlos de Bariloche, Sr. José Martín Villalonga: josemartinvillalonga@gmail.com


jueves, 13 de diciembre de 2012

¡Casi Boyitas!

Presentamos Casi Boyitas, de Gilda Di Crosta y Daniel García, nuevo libro de YO SOY GILDA EDITORA. 
Felicitamos a los autores, y agradecemos la anfitrionía ajustada y amorosa de Ana Wandzik y Maxi Masuelli del Club Editoral Río Paraná. 
Los esperamos el sábado 22 de diciembre a las 18.30 hs. en Vélez Sarfiel 395, Rosario.

El Club hará lo propio, y habrá sorpresas imperdibles!

martes, 4 de diciembre de 2012

Poda paqueta.



A pie de cañón.
Matas de pensamiento en toneladas,
amaestrarme,
para la poda paqueta.
Brego por jardines ingleses:
agua,
un puente,
plantas que se van en vicio.
Promueven un jardín francés para mi novela.
Talar, talar, talar.
Me doman.
Un falso cardenal reacciona ante una línea de sol.
Cardenal chino adiestrado a baterías
para sentirme cerca del amor.
Lengua de barro que tenemos en frente, no olvidarla.

viernes, 30 de noviembre de 2012

el verano de AJ


Hace un tiempo atrás, ya 4 años, cuando trabajaba para un centro cultural que tenía voluntades de renovar su comunicación para, fundamentalmente, aumentar su audiencia activa, me preguntaron quién sería para mí la personalidad indicada para promover la programación mensual: AJ, dije a los gritos. En la reunión semanal de equipo se hizo un silencio monacal, bastante habitual ante mis arrebatos verbales: respuestas snobs y cursis SIN FILTRO;  todavía recuerdo las torres de sanguches de miga de 25 cm de altura perdiendo la cadena de frío y los botellones de cocacolas retornables de dos litros y medio coronando la mesa de directorio en enchapado de falso roble, como única réplica a mi ocurrencia. Pero AJ, paseándose por las galerías, invitando en un mini micro a los televidentes por canal 3 o 5, AJ en locución radial promoviendo un festival o el cine de los domingos, hubiera sido un 10 puntos. Hagamos una prueba, ¿quién no conoce a AJ en la ciudad? 40 años de permanencia y producción mediática a favor de la comunicación cultural. ¿No hubiera sido genial que los equipamientos culturales comuniquen sus contenidos con la voz y la osamenta de AJ? Max Cachimba trató, a su modo, con el refinamiento habitual de su línea y humor, de infiltrar a Llorente en los contenidos de aquel equipamiento. ¿Hay un perfil, hay un target o no hay perfil o no hay target, hay agentes culturales? ¡Qué desastre de preguntas! Hay modos más o menos divertidos, hay productos culturales que se ajustan, y otros que se pierden, que no sirven, que no son eficientes. Hay permanencias inauditas y hay pasos rápidos hermosos.  Pero es riesgoso y lindo poder pensar cómo uno no pensaría, de esta manera el auto-jaque es un ejercicio muy favorable para la creatividad. He leído un texto de AJ en el que invita a visitar el MACRO y hoy vuelvo a verlo retratado por Cachimba en un dibujo. Mi hijo dibuja a diario ese dibujo de Cachimba dibujando a AJ. Yo quiero ser Llorente, quiero que Cachimba me retrate y quiero que mi hijo me dibuje con amor. Ayer veo a Alberto J. Llorente en un primerísimo plano de cartelería urbana promoviendo una empresa de transporte que se mueve a la costa en vísperas de temporada alta. Y AJ me superó, superó mi estándar de sorpresa, y superó su anonimato ante mis hijos: él aparece en primerísimo plano con los bracitos cruzados como el baile del gran hit musical de PSY del mes octubre 2012 en Gangman Style, de Corea del Sur. ¿El Show de AJ le copia al de Inkigayo, o es al revés? Sólo que aquí el viaje es hacia la costa atlántica y AJ se va acompañado de los típicos cabezudos, pirulineros, bañeros y minitas de la ciudad feliz.  Esos carteles son imperiosos, son excelentes. América Sánchez, Mariscal, Norberto Chávez deberían estudiar el fenómeno: gigantografía, Gangman, baile del caballo, AJ+PSY+MÁS VIDA CONTROVERSIAL. Es decir: AJ quiere bailar cabalgando como el coreano, pero el coreano lleva el charm del sastre y la percha de Llorente. 

P.D.: mi querida socia me suma este dato más que curioso que yo no había tenido en cuenta.

(El secretario general de la ONU Ban Ki-moon recibió en la sede del organismo al rapero PSY durante el mes de octubre pasado. Los dos surcoreanos repitieron los movimientos del "baile del caballo", más aquí:http://america.infobae.com/notas/60242-Ban-Ki-moon-baila-al-ritmo-del-Gangnam-Style )

lunes, 26 de noviembre de 2012

Decir “Mucho gusto” es de mal gusto.






Me convocan, mediante una breve epístola electrónica, diciéndome que relate mi gusto fanático por el ARTE. Me detengo en la consigna que, inmediatamente la recibo, la activo como un estimulo latigar para estudiarla, para entender qué esperan de mí. El acto y la potencia; concentración; intensidad. Diseccionando la orden recibida: GUSTO+FANÁTICO+ARTE, comencemos por GUSTO. (¡Qué lástima que tengamos que hablar del gusto!)
En primer lugar no sabría detallar mi gusto, sí debiera hablar de mi gusto por la ingesta de comida y bebida (la fase más cliché y escatológica del gusto), del sabor refinado o no al que accedo, del rendimiento de mis papilas gustativas o de las células receptivas olfatoria; sí debería hablar de mi gusto por el vestido, por la sensibilidad en combinar géneros y colores acordes a las estaciones del año y a horarios determinados del día; sí debería hablar del gusto por arreglar y decorar espacios vitales (el caso de los cortinados, tapizados, ramos de flores, mesas generosas, etc.);  sí se supone que debería hablar del gusto por la lectura y  cómo sedimenta esa lectura en una biblioteca; del gusto  por la compañía afable y amorosa en recintos alegres y cosies; del gusto por las caminatas en la ciudad que nos toque estar; del gusto por la silueta de nuestro paisaje extendido; o del gusto amargo en paladar por el desvelo nocturno, acelerado y nervioso. Todas prácticas endógenas, no adquiridas,  que podríamos denominar “habitus”. En fin, una lista interminable, pero ¿del gusto por el ARTE? El gusto por el arte ha sido ensayado por eruditos de todas las ciencias y saberes y, la verdad, es que no tendré la capacidad para desarrollar, tanto por ignorancia como por  vagancia, ninguna teoría novedosa en relación a este tema, por lo cual recomiendo consulten Dubos,  Bourdieu, Ricci, Camnitzer, Cippolini, Montini, Woolf, Sotis y a tantos otros que han podido volcar con carácter racional y/o perceptivo, sus estudios  al plano teórico del gusto. Rescato este ejemplo de Luis Camnitzer que nos dice así: …Un elemento—y obstáculo—fundamental en la configuración de la toma de decisiones, particularmente cuando hablamos de arte, es el gusto. Entre los estudiantes, el gusto es considerado como un instrumento importantísimo para hacer juicios con respecto a la calidad de lo que producen. Piensan que están ejerciendo su subjetividad y no se dan cuenta que el gusto es una construcción social totalmente sujeta a ideologías colectivas y a la influencia que ejercen sobre la experiencia personal.

Thatched House Club, Dinner of the Dilettanti SocietyLes pedí que hicieran una obra lo más “fea” posible. Trataron de hacerlo, realmente, lo mejor que pudieron. Pero inevitablemente los resultados no llegaban a ser desagradables en sí mismos. Siempre tenían referencias a valores sociales, tales como la repulsión que causan los excrementos fecales, que fue uno de los ejemplos usados con mayor frecuencia. Lo cual a su vez presentaba otro tema: el por qué la ingestión de comida en público es un acto de celebración, mientras que la excreción de comida en público es considerada de mal gusto. Aún si se la ejecuta vestido con un frac. Incluso hay leyes sobre esto último, y el vestirse con frac no exime del delito… Avancemos hacía el segundo tópico de aquella fórmula que estamos disecando: FANÁTICO.

                           

Ser un barrabrava

Pienso en un barrabrava y en cómo vuelca todo su entusiasmo corporal al abrazo infinito y colectivo de su cuadro de futbol, o en cómo se esconde tras una bandera de fondo amarillo y letras azules que reza “MI MALDAD. TU MIEDO”. Sí, es lo primero que me aparece al pronunciar la palabra FANÁTICO: un hincha  de fútbol (1). Por lo cual, trazo un paralelo entre aquello del gusto, el no adquirido con una pregunta, ¿cómo es que uno es de un cuadro u otro de futbol? En un 93% de los casos no es por elección, por decisión adulta y racional, por gusto adquirido, que uno ame unos colores u otros de camiseta, es por “habitus”. Casi un 100% de los hinchas de futbol son de un equipo por una sobrecarga entre congénita y hereditaria de amor. El ejemplo más claro de aglutinar el gusto y el fanatismo es la pasión por un equipo de futbol. Toda esta deriva puede sonar extraña y aquel lector que desconfíe de mí, por aseveraciones tan taxativas, le recomiendo abandonar la lectura en este punto y seguido. Caso similar al futbolero es el religioso, sólo que en el deporte el objeto devocional no es abstracto y es, fundamentalmente, cuantificable (puntos en tabla de posiciones, goles, jugadores, hinchas, entradas, hasta el rating de IBOPE). En la religión aparecen figuras peligrosas como el vanguardista Torquemada,  fanático y converso doble faz. El fanatismo religioso, puede que sea el más oscuro de los fanatismos. Charles Manson y sus seguidores, ¿por qué no, también? Una lista inagotable de adorables y deplorables criaturas fanáticas. Fanáticos de las artes marciales, del arte de curar, del arte culinario, de Lady Gaga, del séptimo arte, de XUXA, fanáticos sanmartinianos, fanáticas de Arjona y todas las posibles correlaciones de fanatismo que el gúguel nos puede ofrecer. Todos los fanáticos del arte de guglear. ¡Qué somos todos en definitiva! Pero debería enfocarme en el ejercicio. Aclaro que no es la primera vez que me convocan a escribir sobre FANÁTICO+ARTE. Y, verdaderamente, no sé muy bien qué pensar sobre esta sintonía fuera de compás en la que me invitan por espasmos para reflexionar. La primera ocasión que me detuve en FAN, FANÁTICO, FANFICTION, FANART me sucedió por el año 2003, cuando una talentosa colega, Lorena Cardona, tenía idea de casarse con el Príncipe Felipe de España .  Y quise, de manera amorosa, escribirle unas palabras para honrar su tan mega proeza-producción non-fiction y fan-fiction. Lorena Cardona, como enamorada del Príncipe Felipe, construyó un aparato eficaz para conspirar contra la boda de Felipe con Letizia Ortiz y poder ser ella quién lo despose. Esto no sucedió en la vida real “real” pero Cardona, con su procedimiento de fan-fiction, logró tener un cuerpo de obra memorable que atraviese el fanatismo a límites documentales y artísticos nunca antes vistos y aumentar, en cada relato, la onda expansiva de su amor fervoroso. Caso similar es el de Omar Lachar con quién he tenido el gusto de trabajar en el año 2007, asistiéndolo en una exposición en la que él ponía en circulación todo su archivo, integrado por más de 4.000 piezas fruto de su activismo cultural.  En aquellas fotografías  Omar aparecía replicado hacia el infinito y más allá junto a celebridades de la cultura, utilizando un procedimiento habitual de los colectivos fandom, reinados propios de los fans en los que comulgan en logia organizando cuerpos documentales altamente jugosos. Lachar es un fanático que, de tanto serlo, se vuelve celebre por osmosis con las personalidades cercanas. Ingresa al mundo fantástico de los famosos y mediante el proceso de repetición, tan propio de la multimedialidad contemporánea, revierte aquello de ser un desconocido para ser el más familiar de todos en la expansión de su inmenso y trabajado archivo riguroso. Proliferan en el mundo fanáticos inocuos que se someten a la ficción, aún padeciendo parciales índices de delirios, esquizofrenias y ciertas pulsiones megalómanas. O casos contrarios en que pretenden modificar la realidad, y su posible devenir, para poder torcer la historia de una ficción según un guión previo, como Capote en su A sangre fría. Pero este es asunto para otro capítulo, me fui de tema. Vamos con ARTE, lo complicado para el final. Uauu!

Una partera sin fórceps

Para hablar sobre ARTE pienso en el modo efemeralización. Es decir, en un universo cargado de mega producciones faraónicas, está bueno poder hacer el ejercicio de producir mucho con poco.  O no producir. Se pueden entrenar operaciones, instructivos y recetas que ejerciten el famoso “efecto látigo”. Es decir, cada vez menos eficientes, más delirantes, más riesgosas, menos productivas y con mayor disparo centrífugo para acercarse al arte, sumando equipos, socios y amigos. Ser gregarios y desprolijos por naturaleza y perfeccionarlo. O seguir trabajando solo también y que nos nutramos del amor. Para pensar en  ARTE está bueno practicar en una zona yerma en la que nunca ha sucedido nada y está todo por explotar, también podemos pensar lo opuesto y que todo resulte próspero. No tengo definiciones posibles, más que un talante mental y físico en el que una está sumergida.  Entonces, desde este estándar de tres palabras: GUSTO+FANÁTICO+ARTE,  este sincretismos etimológico al que me invitan, luego de haber dado una vuelta anómala por mis circunvoluciones sensitivas y bibliográficas, es que puedo transmitirles la siguiente aclaración: no tengo gusto por un artista favorito del cual podría ser fanática. Sí tengo un pequeño listado que atraviesa mis  pensamientos, percepciones y acciones; y, a medida que pasa el tiempo, van mutando y variando sus protagonistas,  que aquí comparto escalonados y en escalerita:
La sagacidad sensible de Oscar Bony
La austeridad de recursos de Jacques Tati
La gélida heladera de Warhol en la Factory
La disponibilidad cinética y cromática de Blake Edwards
La maña ósea para los tiros libres de Diego Armando Maradona
La tarea cotidiana de Luis Márquez que, como jardinero, se esfuerza por detener el tiempo generativo de las plantas.
La ternura ofrecida por todas las mujeres de este universo, la capacidad combativa de mi madre y la destreza provechosa de mi abuela para traer al mundo 12.000 bebés.

(1)El término hincha fue aplicado por primera vez por un talabartero uruguayo llamado Miguel Reyes, que era el responsable de “hinchar” la pelota  del equipo de Nacional del Montevideo, club del cual era fanático con alevosía.

este texto fue una invitación del equipo de club de fun: 
http://www.clubdefun.com/index.php?page=noticia&v1=gusto-fan%C3%A1tico-arte-lila-siegrist

viernes, 23 de noviembre de 2012

Ciudad Oculta



Si se mira la ciudad ideal atribuida a Piero Della Francesca de 1475, en la que el ajuste de luces, sombras y espacio se adhiere a la perspectiva y a la construcción en base a la sección áurea y al desarrollo óptimo de la vida del hombre, puede pensarse que estamos ante un problema con estos dos libros. Podríamos detenernos en ciudades imposibles, o ciudades minúsculas para ser observadas con lupa, o ciudades relatadas de manera concéntrica y en expansión, donde el des-manejo de albardón puede ser la renta del terreno; pero acá estamos ante dos ciudades ocultas y vivas que cobran forma y se desvanecen continuamente.
En el caso de El centro de Paulina Scheitlin hemos trabajado con un cuerpo de obra con voluntad de ensayo fotográfico, que en su edición final para el libro dio cuenta de cierto recorrido autobiográfico y de una ciudad atemporal y ágil, donde una paleta cálida de luces se apropia del clima general. También vale la pena destacar que la topografía del territorio reconocible en el libro, puede ofrecer el ejercicio de realizar un nuevo curso, una nueva deriva en estos trayectos que la autora ha señalado.
En cuanto a la realización del libro La noche de Luis Vignoli, debería saberse que disponíamos de un archivo fotográfico cuantioso perfectamente clasificado, en el que el rigor por el dato y el documento se une, ahora, a un relato agitado y novedoso de la vida del trabajo del artista, en sus raides nocturnos hasta una madrugada no tan lejana en el tiempo.
Las ciudades son una marabunta desmadrada, donde la memoria, los deseos, el intercambio y los signos del lenguaje son la materia prima de su propia constitución. La idea de estos dos libros, fue dar cuenta de algunos recorridos por la ciudad, por medio de la fuerza centrífuga que autores tan disímiles como Paulina y Luis, pueden generar.
Acá me interesa destacar que hemos operado con dos acervos enormes y activos, con la ventaja de tener a los autores presentes, a los que con cierto carácter preventivo en el cuidado del material, hemos editado, puesto en circulación, y compartido con nuestra comunidad.
Me quedo pensando en las ciudades trazadas en una tertulia nocturna entra occidente y oriente, para comprender como se recrea el espacio urbano desde la sensibilidad y la agudeza vital. Pensemos, entonces, que estos dos nuevos libros proponen diseminar ciudades invisibles y ciudades ideales: desprolijas, felices, diversas, con rebarba, complejas y generosas. Al menos acá se ha intentado dar cuenta de eso. Hemos convocado a dos autores, hemos  trabajado con su obra, y ahora festejamos poder desparramarla.


martes, 13 de noviembre de 2012

ANUARIO OPERATIVO

A los comienzos del año 2010 nos reunió, a Georgina Ricci, Pablo Montini y a mi, las ganas de establecer conversaciones con otros, en una marabunta a la que usualmente llamamos ciudad de Rosario. Comenzamos a talar ideas delirantes y amorosas en relación a cómo podríamos contar una ciudad desde el lugar del arte. Nos hemos dedicado de manera muy laboriosa a invitar a los más cercanos y periféricos autores de nuestro medio (entiéndase universo mundial), para realizar un retrato amorfo de una y otras cientos de escenas. Así avanzamos con el primer volumen de ANUARIO 2010, y pudimos sostener el segundo correspondiente al año 2011. Podríamos detallar, en este nuevo modo de reunión que tiene forma de libro, muchos indicadores óptimos de gestión y fracasos temibles: ESO ES UN PROYECTO. Podemos también contar que fuimos parte de programas, de seminarios y congresos, y que fuimos caso de análisis en esos seminarios, en esos congresos, en notas de prensa, en conversaciones y en chismes. También que fuimos amados y despreciados. Que trabajamos para-institucionalmente y para las instituciones, que "ejercitamos la imaginación histórica", que tenemos "compromiso con la calidad", que aglutinamos a "los artistas de la ciudad del cereal", que tantas otras cosas. Que no descansamos: activamos lecturas, escrituras, venta de libros, compra de libros, invitaciones a fiestas, y miles de vituallas. Que convocamos amigos y desconocidos. Que la mayoría aceptaron colaborar y compartir sus ideas. Que fuimos anfitriones de un espacio en estado chicle. Que lectores, escritores, autores, miradores, observadores, colaboradores, patrocinadores, promotores, agitadores, traductores, correctores y muchos cercanos, son y han sido parte del equipo de trabajo; contamos 634 seres adheridos a nuestra membrana operativa. Algo se ha modificado.

martes, 6 de noviembre de 2012

El incendio del río, Gise Cortese


Definir y clasificar las sombras de Gise Cortese (Armstrong 1982), podría ser un ensayo de trazo ilimitado. De todas maneras, me detengo en la fronda de los árboles para acercarme al trabajo sensible de la artista. La brisa se cuela, entre las hojas y genera un fenómeno cimbreante, dibujando manchas que se mecen desparejas. También podrían ser sombras coloreadas por el propio tinte de las hojas, de las ramas y de todas las refracciones comprometidas en este despliegue de doble transparencia. Estas virtudes se presentan en grado superlativo si observo árboles de hoja caduca, donde cierta colección vital, cromática y variable refleja los ciclos de las distintas estaciones del año. Y todos estos fenómenos son conspicuos al ver un sauce llorón besando el agua que reverbera entre tostada, amarilla y blanca, largando chispas de roce sobre la extensión fluvial. El cobijo, los haces de luz y los fragmentos tintineantes del río y el follaje podrían ser atinados al resultado de Gise. Para lograrlo, ella administra un procedimiento milenario junto al relato autobiográfico: 6 años de vida en la China. El tiempo de uso y el tiempo como curso, en ambos sentidos aquí, se presentan como magnitud física con celeridad cero. Ella sostiene un hábito; desguaza, sin velocidad aparente, quirúrgicamente, la materia para recrearla. Retira masa, del mismo modo que la escultura renacentista daba volumen horadando la piedra, para iluminar un nuevo cuerpo. Aquí las formas aparecen por el valor, con el claroscuro cincelado en la materia; el ligue del papel se desvanece para generar un nuevo espacio entre imperceptible y atroz. Pone en peligro la solidez de las estructuras, aniquila las certezas, como si empuñara un trépano ofreciendo espesor, albor y oscuridad a los cabellos de los ángeles en el mármol. Vence la resistencia de la materialidad. ¿Piedra, papel o tijera? Todo junto y nada a la vez. Sombras, sombras: instala paisajes en muros ciegos, generando reflejo en superficies opacas. Improvisa la compacidad del aire, incendia el agua: imposible. Gise Cortese desteje la materia, aclara la sombra, le da luz a la forma. Replica y amplía la óptica por donde espiamos el universo.


(El incendio del río se puede visitar a partir de mañana 7 de noviembre en el Museo del Diario la Capital de Rosario)


La noche desde la noche: Luis Vignoli



Luis Vignoli relata la noche desde la noche, desde la pista de baile, bailando en la pista. El plano que construye es el del bailante bailando con un gran angular dispuesto entre el pecho y el ojo siempre listo para el disparo, estampando flash sobreexpuesto, con arriesgada cantidad de piel desnuda, una paleta cromática  acotada: relación de colores primarios con secundarios, sin tierras, sin quebrados y profusión de azules noche. Negros  en valores bajos, pero en ajustado contraste de claroscuro, en las fotos B/N.
Los retratados se divierten, se dejan retratar, resuelven deals, posan, se arreglan, se maquillan, se besan, se abrazan y bailan, compartiendo con Luis la posibilidad de no detener el festejo. La banda sonora de este relato podría ser Rock the Casbah de The Clash. Me gusta pensar en este tema, aunque no se ajuste.
Eran los 90´s. Las FM´S transmitían en vivo desde los boliches el rún rún de la noche. No existían los controles de alcoholismo por la DGT, no existían los radares, ni estaba prohibido fumar y se hacía alarde de los tamaños de las motos.  Las chicas llevaban, sin prestarle mucha atención a los crudos inviernos, unos hot-pants de cuero y puperas multicolores para ir a bailar. El pelo se usaba planchado o freezado, pero siempre muy arreglado y en estado de melena desplegada, casi nunca atado. Los géneros de la ropa eran en su mayoría adherentes: chiffón, tafeta y raso elastizados, medias de lycra con brillos y muchos ombligos y espaldas descubiertos. Botas bucaneras también.
Había tarimeras, que eran chicas contratadas para arengar el baile y generar clima festivo.  Se usaban pelucas de cotillón, anteojos negros, mucho maquillaje empastado, body painting y los chicos se ponían mousse en el pelo como primeros atisbos de coquetería masculina aderezada de cosméticos femeninos. Las fiestas eran temáticas, en la mayoría de los casos, así como siempre garantizaban un espectáculo sugerente, mucha preproducción artístico/artesanal.
Yendo a peinar documentos a la Hemeroteca Municipal, para encontrar algunos antecedentes del trabajo de Luis en el contexto local, detecto entre “Monos y Monandas”,  “Gestos y Muecas”, “Ecos de Rosario”  y “BOOM” que la primera vez en que aparece gente bailando es en una foto de 1948 de la revista “Ecos de Rosario” n°60  en la que Fotografía Renom se atreve a ponerle movimientos danzarines a los tan acartonados registros de la vida social de la ciudad. Dandys y flappers con mirada de cera, en riesgo de extinción. Luego vendría un desmadre en las fotos, pero el momento más dionisíaco quedaría de manifiesto en una fiesta organizada por Gollán  en el año 1969 para Canal Tres, llamada “La Noche del Tunel”, en la que el empresario metió gente bailando adentro de dos jaulas suspendidas en lo que luego sería Tunel Manía. Las fotos de esa noche no tienen autor, no tienen firma en la Revista BOOM, puede resultar sencillo averiguarlo, y valdría la pena revisar todo el archivo fotográfico de esta publicación. Stduio54 vendría 8  años después. En Rosario las fotos de la gente bailando acompañan el nacimiento de las discotecas, en su mayoría temáticas y con fuentes de inspiración étnica, hipy, montecarleana y muy balear: Baltazar, Mongo Aurelio, Tunel Manía, Rojo 7000, Los Solares de Rosario, La Escalera, Boîte Caracol, KOKO, entre otras. Habrá que revisar el complejo período ventana de la noche entre 1973 y 1982, me lo debo.
El material de espurio de las revistas de vida social, de la noche y la moda de los años noventa conforma el repertorio de “La Noche” de Luis Vignoli por la EMR, donde el estándar esperado por esas publicaciones está apenas corrido para ubicarse en el sector de lo impublicable. Así es como  Luis comienza a producir un cuerpo de obra a partir del remanente visual de una noche plagada de contradicciones amorosas y visuales, de brillos y sombras, tan propios de aquellos años en que se enmarca este recorte epocal: 1990 y 1998.
Vignoli podría haber disparado, tanto los retratos socialeros vernáculos de Pepe Bárbaro entre los 50 y los 80 como, las primeras imágenes de Cory Kennedy, picados al suelo, como lo hace con una parejita de chicas, flacas y muy jóvenes, mientras abandonan el festejo, descansando en un rincón lejos de las luces y el estruendo de la música, pero diez años antes que Mark Hunter para  The cobra snake, sitio web http://www.thecobrasnake.com/.
Todo el trabajo de Vignoli, aquí editado, es pre Cromagnon, pre Facebook, mientras María Soledad Morales.  “Los noventa me dan miedo” dice alguien en los testimonios de la expo Underdance, en la que Luis exhibió casi la totalidad de las fotos de esta serie en la Biblioteca Alfonsina Storni de Rosario (2011), a mi también me dieron miedo pero no me los perdí. En realidad todo fue menos salvaje de lo que parece.


(Nota trabajé como editora adjunta de este libro, junto a El Centro de Paulina Scheitlin; ambos se pueden comprar en el stand de la EMR $50.-, pronto en todo el país. La Noche y El Centro se presentan el 21/11 a las 19 hs en el CEC,  )

lunes, 5 de noviembre de 2012

Tocaya de Futurama



Todo parece indicar que “alguna era está por llegar a su fin”.
Puede que sean muchas eras, tantas como individuos me circundan. Es decir, uno tiene eras porque hay otros que acompañan la escena. Una escena existe en tanto hay un ser que actúa y, al menos, un testigo que la comenta. Yo puedo ser una escena. Una escena se puede convertir en era si la perpetuamos, si la volvemos crónica y aguda.
“No podré ya más aspirar a ningún Premio Nobel”, me confesó mi padre en el año 82´a su vuelta de NYU, al comprobar que en la universidad los investigadores en cristales de líquido sinovial le dedicaban 20 horas por día, o 3672 días por década, a mirar tuertos por un microscopio electrónico fluidos articulares de seres humanos, para lograr aplicar al galardón nórdico. Él prefería salir de paseo los fines de semana con nosotras, prendidas de su mano, contarnos historias extrañas de asuntos reales, confirmando permanentemente esa frase: “chicas siempre la realidad supera a la ficción”, y continuar con su casuística verbal extravagante y sibarítica. Ese día, de hace 30 años atrás, implicó tener conciencia que mi padre sería un simple mortal siempre. Agradezco su dedicación discursiva y amorosa.  Lamento aún no poder deshacerme del complejo de Electra.
“Fumé durante 20 años con responsabilidad y constancia”, aseveró mi madre en el año 84´, mientras apagaba los tres cigarrillos que tenía prendidos en simultáneo como siempre: uno en el laboratorio, otro en la sala de extracciones y, el último, en la sala de espera. Dejó de fumar habiéndose dedicado con mucho ahínco a trabajar durísimo, a estudiar con esmero y eficiencia, y a criarnos a mi hermana y a mí. El día que dejó de fumar, supe que ella nunca más volvería a tocar un cigarrillo. También intuí que yo fumaría con el mismo afán que ella, he dejado de fumar hace poco. Hemos conversado mucho sobre nuestro bajo umbral de sensibilidad ante los agentes toxigénicos exógenos a nuestro organismo, así como hemos compartido nuestra poca resistencia a la fiebre y una altísima tolerancia al dolor. Creemos ser mujeres fuertes, animales corajudos,  y así nos vamos criando. Con el tiempo entendí que si tenía hijos los engendraría de la misma manera en que mi madre nos acompañó a nosotras. Aún hoy padezco síntomas de admiración y amor desmedido por ella.
Ya tengo la edad en que mis padres, a esta misma edad,  realizaron un dog-leg en sus vidas. Mis hijos ya tienen la edad en que yo comenzaba a acordarme de todo en los ochentas, pero ahora ya es el siglo 21. Ya tengo la edad en que mis hijos se acordarán de mis decisiones verbalizadas e implementadas.  Aún no sé cuáles serán esas inflexiones que tanto cambiarán mi curso y los de ellos. Sí tengo claro qué no seré, qué no haré y qué no volveré a hacer nunca más, pero no sé muy bien que clausuraré de mi vida presente.
Pero hoy la máquina, que es cada día más plana, invisible y poderosa, larga al aire un monólogo que escucho y queda suspendido. La que emite la sentencia es mi tocaya de Futurama: “mis años de salvaje hedonismo me están afectando, será hora de quedarme quieta”, dice Lila.
Algo tendrá que cambiar, si no ha cambiado aún.  

martes, 30 de octubre de 2012

Un bis a pedido del público "iberoamericano"



Escritores y Floreros.
La convención, la puesta en escena, la conferencia.
Los charlistas profesionales. Me siento una negra en el
cuerpo de una rubia. Ser los ingleses de Latinoamérica.
Dicen que en toda Latinoamérica se escucha nuestra
música, que somos los más colonialistas de las
colonias. Que si los argentinos pudiéramos tener
un imperio, no lo abandonaríamos nunca. No me lo
puedo creer. Son infumables las conversaciones de los
escritores. Nunca creen que otros sean capaces. Una
mesa enorme en “El Globo”, luego de las conferencias,
me ofrecía: 4 mujeres a modo de floreros, pero que
por su ínfima belleza no llegarían a ser ni decorativas;
un funcionario y 5 escritores. Y yo, que no era ni un
florero, ni un escritor. Yo muda, a fuerza de apoyar mis
manos en mi boca para no hablar. Trabas mecánicas
para no ser lo salvaje que soy. El funcionario derrocha
palabras lúcidas y controversiales. Mi espíritu criminal
se serena con el justificativo de salir a fumar, antes
de explotar dardos de combate. Fumo, salgo a fumar
“antes que exploten los edificios”. Cuatro escritores
de 35 años, bastante precoces y solemnes. Trabajan
duro. Trabajan. Y “el escritor”, con los modales de un
orangután, con el perdón de los simios más lúcidos,
sentado al frente de la mesa imperial, añejando un
escarbadientes con tal destreza pocas veces vista,
afirma que la comida peruana es de las peores del
mundo y la mejicana, con sus pastiches hediondos,
de las mejores. Explicándonos a todos cómo Carlos
Fuentes lo convocó a su residencia en el Escorial, junto
a su séquito de noveles escritores descollantes, a comer
entre Goya y el Greco. Confiesa, minutos antes de
concluir su retórica bigotuda, que no supo acompañar
esta indefinida propuesta del bont vivant mejicano, y
todavía se pregunta cuáles fueron sus propios límites
para no lograrlo. Y pienso, rápido, fascistoide, y
tremenda: “pero cómo no vas a fracasar, si hace horas
que en esta comida, te debatís entre chupar el cuchillo
con la lengua, entre seguir raspando la fuente del arroz
con pollo, en lamer la cuchara del flan con dulce y en
seguir escupiéndole el plato a tu vecino”. Pido auxilio,
para no hablar, pido que me tiren una soga para salir
de esta mesa ridícula de la sociabilidad de la “cultura”,
me quiero ir a mi casa. No conozco a nadie. Me acuerdo
de mi paisaje, que cada vez decido ver menos pero
en el que cada vez pienso más. Pienso mucho mi
paisaje, mis colores. Sufrir y divertirme tapándome
la boca para no hablar. Rescátenme de acá. Cuántas
veces todos estos han compartido el paisaje. Para
nadie es un tema, la sensibilidad está infravalorada.
No sé muy bien con cuántas personas podré hablar
de esto. “La cuenta por favor”, grito, no grito, la pido
sacudiendo el brazo. Cien por bocha. OK. Taxi a Chile
y Chacabuco. Nos peleamos porque confieso aburrirme
mucho. Me combaten por mi confesión, hasta que
Bruce Springsteen y State Trooper (Mix), con Nebraska
(1984) hacen que la noche termine para empalmar
con I Don’t Know What To Do de Peter Yorn & Scarlett Johansson.

lunes, 29 de octubre de 2012

Los coloridos artistas gestores.




El congreso. Entonces escuché de todo, pero no pude escuchar una conclusión, no pude abstraerme para lograr esas benditas “ideas fuerza” que tanto proponen en la posibilidad habilitante de la gestión cultural.  No he podido, porque todo lo expuesto es síntoma, afortunadamente!!!! Venimos, nos juntamos y debatimos gracias a los espíritus libertarios que nos unen, aún sin decirlo en voz alta.  Y eso me ha dejado pensando en varias cosas que tienen que ver con el paisaje. Con la idea de Fontcuberta sobre Humberto Ribas y su manera de sacar fotos sin nivel, sin implementos de medición en la inmensidad. La historia es que andaban los dos por los paisajes montañosos de Catalauña, y Fontcuberta le dice a Humberto, “escuchame, Humberto, cómo puede ser que hagas fotos sin llevar  un nivel a mano; cómo puede ser, yo no puedo ni poner el trípode, y vos ya instalás y disparás sin nivel ¿me explicás cómo es el tema?”, y Humberto le responde: “es que acá entre tanta montaña, tanto camino en pendiente, tanto techo a dos aguas es imposible que te des cuenta si algo está a nivel o no; allá, en mi país, el paisaje mismo te ofrece la ortogonalidad”.
Clarividencial: nuestro paisaje puede construir la misma idea sensible de nuestros proyectos, y cómo miramos es lo que más me ha interesado del encuentro, para lo cual he anotado varias reflexiones de los colegas en relación a este tema, aquí un compacto: San Juan en noviembre es el infierno mismo, un  lugar donde se ve un terremoto eterno. En un valle las montañas siempre son altas. En Santa Fe nos invadieron los rosarinos. En Bariloche están más cerca de Chile que de General Roca, y la montaña es linda, el bosque también y el arte contemporáneo no existe, o más bien compite con la Fiesta de la Nieve, o sea que pierde siempre. En General Roca, en cambio, los artistas viven de las manzanas y los vergeles. En Tucumán hacen otra micro-célula que combata la micro-célula anterior, yo les hablo de para-institución. Y esa micro-célula de la micro-célula surge de un río que inunda una cripta de Salesianos.  La cripta se inunda por la napa freática, generando inundaciones, en una ciudad que es un valle, verde, profuso en una selva espesa y dura. Y me vuelven a contar de San Juan, donde según parece corre un viento caliente, y se acabó el arte contemporáneo.  Y en Tucumán me vuelven a contar que viven en un valle donde no ven más allá de él. En Puerto Madryn oscurece muy temprano, y la distancia se potencia en un montón de sentidos. Y pienso en cómo compartir esta idea sensible, en cómo el veranito de San Juan que, según recuerdo, sucede en todas partes de este extenso territorio, y en cómo cada proyecto se reconfigura según el contexto en el que se lo comparta, o en cómo se gesta cada proyecto según el paisaje que lo atraviese. En mi caso el río de paso lento. Les leo algunas citas de Radiografía de la Pampa, para ser mala, y decirles que todos los síntomas ya han sido teorizados con tal nivel de calidad, que hasta la ciencia muere.


Vikinga Criolla, Pags. 180/184
(este texto pretende ser una crónica del Encuentro Nacional de Gestiones Autónomas del 2011, http://www.bitacoradevuelo.com.ar/2011/06/20/encuentro-nacional-de-gestores-culturales/ )

jueves, 25 de octubre de 2012

Emilia a la Cal



Emilia está ahí,
por ser releída,
entre candorosa y atildada
su cara rodeada de pieles oscuras de lejanas geografías
para aguzar valor alto de luz sobre su piel.
Fogonazos fríos, blanco del azul, en sus pómulos
                                             *;*
sus vestíbulos nasales 
su mentón
coronan una angelicalidad envidiable,
que oscila entre boca, cejas y lunar:
concentración hierática de estas zonas.  
Filistea, yo, ante el espejismo emiliar.





lunes, 22 de octubre de 2012

YO VI ESTA OBRA ANTES DE QUE ME PASE TODO


Dicen que uno se acuerda mucho de las primeras veces, si es que se ha reído y la ha pasado bomba, si la ha pasado pésimo, o si ha quedado impresionado por algo. Que las medias tintas no son poderosas para dejar marca en el taco de la memoria. Ahora estoy tratando de darme cuenta cuándo fue la primera vez que vi un Raúl Domínguez. ¡Esos Domínguez enormes y ampulosos, que coronan las paredes de la Estación Fluvial de Rosario, son lo mejor que he visto en mi vida! Imágenes realizadas sobre chapadur con pintura al látex y acabado de barniz marino, con el virtuosismo propio de un artista plantado entre las pretensiones del escorzo del muralismo mexicano, el close-up tan propio del comic pop, y una paleta cromática en random formada por el paisaje del río y las tiendas artísticas de la ciudad. Destreza gráfica inigualable, trabajo de campo profundo a río traviesa. Los murales ofrecen una retórica entre antropológica y mágica de las márgenes del Paraná y están divididos por asuntos y tópicos clasificados de la siguiente manera: los Chaná Timbu, su modo de cazar, pescar y modelar la arcilla, su alfarería; el criollo pescador isleño y canoero entre pajonales y totoras; los peces: surubíes, dorados, bogas, palometas, dientudos, bagres amarillos y blancos, un armado, un patí, un surubí, y al frente de todo un enorme manguruyú abrazado a Tupá; la flora más conocida de la zona isleña, donde aparecen el camalotaje generoso, el catay, el irupé florido, las totoras, las lentejas de agua, los juncales, el maíz frito, y el pasto flotante; la fauna: chajás, cigüeñas, yacaré, carpinchos y lobitos de río, bandurrias, biguás, patos, zambullidores, una yarará intrincada entre los pajonales, y una enorme y divertida diversidad de pájaros que sé clasificar, pero sería aburridísimo de hacer, y por último, aparecen los mitos y leyendas del Litoral con toda su extensión sincrética mística en los que, a modo de atlas del delirio ribereño, podemos ver una zona rasa desplegándose en 27 metros cuadrados de superficie colorinche (ver foto: los murales completos tienen cerca de 124 m2). Entonces, se habita el plano con las leyendas del Chajá, la venganza de la Ñacaniñá, la protección acuática del Piranú, Tupá con el pecho marcado de hacer fierros, el amor diverso del Irupé, la flor del Ceibo junto a Anahí, el Pombero o Fantasma del Monte con su espíritu espermático a la hora de la siesta, el Martín Pescador, el lobisón atento a la luna llena, la leyenda de Naipí y su pelambre convertida en cataratas del Iguazú y el Yasy Yateré, un duende bipolar hijo de la noche. En algún momento, entre el año 1999 y el 2003, me embebí de toda la obra de Domínguez y, hasta casi a modo de fanática compulsiva, me dediqué a estudiar su expansión pictórica. Fue así como generé un trabajo que se llamó Domínguez Dentrecasa. De todos modos sigo sin saber cuándo fue que quedé prendada y fascinada por esas imágenes que tan animosamente me relataban los repertorios visuales del Alto Delta del Paraná. La respuesta a la gran omisión, al barotrauma sináptico del recuerdo de aquella primera vez, es que nunca hubo primera vez, porque esas pinturas son endógenas a mi instrucción sensorial. Son congénitas a todos mis errores artísticos y cromáticos, son constitutivas a la torpeza de mi práctica. Es tan difícil reconocer la primera vez que vi un Domínguez como preguntarme cuándo fue la primera vez que me sumergí en el agua tremenda, tostada y ágil del Paraná. Este río, al igual que los murales de Domínguez, es mi líquido amniótico litoraleño.

mas acá:http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/17-8169-2012-08-20.html

viernes, 19 de octubre de 2012

ACTO: Convite_Convido


Acomodando, lo que debería llamarse archivo, aparecen entre mis papeles de trabajo unas fotos 9 x 13 en papel brillo con marquito blanco. Poner orden desbarata. Así me copa la melancolía y la posibilidad/ansiedad por hacer circular y compartir esta serie de fotos y textos generados casi una década atrás. Lo que más me gusta de todo este cumulo inclasificado e inclasificable es que ha sido un fracaso en términos de eficiencia compacta y muy feliz en cuando a la propia loboriosidad de la producción en su momento.

Aquí parte del asunto.
Entre el año 2002 y 2004 generé apariciones en fiestas familiares. Registré en video y en foto estos eventos devenidos en sucesos. Las acciones sucedieron en Rosario, Arminda y Buenos Aires.

(intervención en SAR, Monumento Nacional a la Bandera, 2004)

En el año 2004 fui invitada a participar en la Semana del Arte de Rosario, para intervenir el Monumento a la Bandera, Patricia Rizzo escribió este texto que aquí comparto:


Una cita en Rosario

La propuesta de Lila Siegrist Convite / Convido consiste precisamente en convidar a los espectadores a que participen de su obra, ofreciendo para ello distintos medios o alternativas.
Puede valerse simplemente de la instalación de un carro de pororó -pochocho para los porteños- con el que convida a gustar abiertamente, del ofrecimiento de una porción de torta frita, o de la invitación a fotografiarse junto a un pony, o una combinación de estas propuestas (posiblemente surjan otras…)



Las acciones, que pueden encuadrarse en una línea performática, -abierta a otras categorizaciones- son cuidadosamente registradas en cada una de sus distintas presentaciones. Cada vez que tienen lugar, la artista documenta a partir de fotografías propias, la experiencia de socialización que ocurre en el proceso de interacción con el público. Toma el impacto de momentos muy personales, a partir de las variadas reacciones que se suceden. Gusto, duda, sorpresa, cuestionamientos en relación al espacio artístico que encuadra el hecho, paralelos inesperados e interesantes, ese registro da cuenta a manera secuencial de procesos que son inherentes al inconsciente, que incluyen una regresión a momentos de la infancia donde naturalmente se ubican algunas de estas escenas que casi todos hemos actuado.

En una de sus presentaciones recientes en Buenos Aires (*) el guardia de seguridad que franqueaba la entrada hacia el espacio de exhibición comentaba al público “primero vaya a buscar pochoclo: es gratis”. Lila tomaba divertida la intervención, sobre todo el comentario agregado del agente, que implicaba un juicio de aprobación implícito. De hecho, su mediación hizo que muchos se volvieran sobre sus pasos e hicieran alegremente la cola para participar del convite, repentinamente “autorizados” a participar de la escena que un instante antes, algunos habían mirado con recelo.


Tanto en el momento que sucede, como a posteriori, a partir del encuentro con su material, la artista examina esa relación que se establece en crear ese intercambio de comunicación y acción. De alguna manera también, documenta su experiencia interna, el proceso y sus contenidos. Estos constantemente se redefinen y permiten que se sumerja en los alcances de su expresión artística, en el crecimiento y en la conciencia de que sus obras tienen el potencial de generar reacciones tan variadas como la contemplación, la participación, la distancia, la ambivalencia y hasta la protesta abierta en cuanto al lugar que tendrían dentro del arte. Ella ha definido –un poco a nivel intuitivo en cuanto al encuadro de su trabajo- como “caprichos” a su antojo estos encuentros en los que da para recibir aun cuando sabe que su obra comienza en el instante mismo en que coordina la logística de cada presentación.

(Dominguez Dentrecasa, en el living comedor de la casa de mi abuela, Julio 2003)

Las obras de Lila están profundamente ligadas al contexto, ya sea el contexto en dónde serán exhibidas como donde han sido concebidas. Uno de sus trabajos anteriores, –Domínguez Dentrecasa- también conllevaba implícita la participación de los espectadores como parte integrante de la obra, valiéndose de estrategias de apropiación, herencia cultural y citas pero más de especificidad local, vinculados a la ciudad de Rosario, su lugar de origen. En el contexto de 1ra semana del arte en la misma ciudad, Lila realiza otro de sus convites, esta vez en el emblemático Monumento Nacional a la Bandera, referencia insoslayable -tanto para sí misma como parte de su ciudad natal-, como para cualquier argentino. La ocasión tiene una muy especial significación, el convite no sólo crece en tamaño y poder de convocatoria, sino que en la acción propuesta interviene un video realizado con la acumulación de los registros logrados en otras instancias del mismo trabajo. Esta yuxtaposición de convites, -por la naturaleza del proceso artístico- como si fuera una estructura narrativa abierta, concentra más intensamente el contenido de su obra a la vez que invoca el imaginario cultural de este espacio con historia. El proceso del convite evoluciona en una escala cada vez mayor, emerge al contexto del espacio público, la instancia social se vuelve más compleja y varía su escala y su proyección, extendiendo su definición.



Me gusta pensar más en las causalidades que en las casualidades, y en cuanto a la relación que tiene Lila con su trabajo, siempre me ha generado mucho respeto su preocupación por insertar su obra dentro de la discusión artística, optando por una línea estética de no fácil comprensión pero abierto a un estado de cuestionamiento perpetuo. En este sentido, creo que tiene mucho para ofrecer con su labor, especialmente por su potencial de provocar sobre las nociones preconcebidas sobre representación, participación, etc. Abre la posibilidad de que cada espectador recepcione el momento a nivel estético, a nivel social, a nivel cultural, y así en adelante. El concepto de obra abierta que propone participa del desarrollo de un discurso que tiene mucho menos de inocente de lo que estoy segura, supone. Reflexiona también sobre la acción de dar y recibir. Quizás una de las grandes preguntas que se esta haciendo el mundo.

* Refiero a la presentación del Convite / Convido con pororó en la Exhibición Zona en proyecto, Intervenciones a un espacio deshabitado, Proyecto A, Espacio Guevara, Noviembre de 2004.

Patricia Rizzo
Marzo, 2005

Sobre la intervención en Espacio Guevara, se dijo esto:
Mas data:
Acción y simulación, dos tiempos de un arte continuamente "en acto"

Este sábado, la rosarina Lila Siegrist exhibirá "Convite-convido", en una fábrica en desuso de Buenos Aires. Su obra se inscribe dentro de la muestra "Zona en Proyecto", curada por Patricia Rizzo.


Desde el próximo sábado, Lila Siegrist (Rosario, 1976) expondrá una serie de doce foto-‑performances sociales, junto a una vídeo‑performance, en el marco de su obra-‑total de reciente ejecución, titulada "Convite‑-convido", que forma parte de un conjunto de trabajos instalatorios y acciones de artistas escogidos por Proyecto A/ Arte Contemporáneo, un espacio de arte interdisciplinario, destinado a mostrar y promover las obras de talentos emergentes menores de 30 años de edad. El lugar que acoge la exhibición corresponde a los ex galpones de la empresa Casanto y en dicho predio, durante tres sábados consecutivos --23, 30 de octubre y 13 de noviembre--, se realizarán acciones y performances en vivo.
 La labor artística y situacional de esta joven creadora local, que se alzó con el Primer Premio de Proyecto A/ Arte Contemporáneo, propone una serie de lineamientos estéticos, que parten de la revisitación culta, y en clave contemporánea, de la performance, el "teatro en vivo" (living theater), el happening y la documentación de eventos, en los cuales, los invitados se convierten en auténticos actores y gestores de los distintos cuadros de escenas narrativas.
  Se trata de fiestas y reuniones familiares, en las que Siegrist, a hurtadillas, capta por medio de una cámara fotográfica digital y un aparato de vídeo diferentes instancias de sus acontecimientos sociales, sin que los allegados o familiares, transformados en anónimos actores, tengan demasiada conciencia de ello.
  En este sentido, su estrategia apropiacionista se vale de un lúdico voyeurismo, presente en su actitud de fisgonear a los otros divirtiéndose y en desdoblarse, a la vez, aunque de manera solapada como maestra de ceremonias, planteando de antemano algunas pautas o guiones de acción, lo suficientemente flexibles, como para que el público no  repare en el hecho de que, en realidad, está llevando a cabo una "routine" performativa y comportamentística.
  La orientación de este tipo de "work in progress", que Siegrist viene desarrollando desde hace ya unos años consiste en delinear territorios de actividad co-‑participativa, demarcar espacios de activación de los sentidos y construir situaciones, en las que el espectador se transforma en protagonista y co-‑autor. Luego, la artista procede a transcribir y adulterar las sucesivas acciones en simulacros fotográficos y fílmicos.
  Foto-‑performance y vídeo-‑performance: dos tiempos de un arte continuamente "en acto", pero, al mismo tiempo, "potencial", al punto que su consumo sea rápido, constante, inmediato, inabarcable. Acción y simulación: dos instancias conceptuales, destinadas a crear un diálogo fructífero con el espectador. Más allá del monólogo intimista, más allá del soliloquio de su autor, la obra efímera aspira a la fundación de nuevos valores estéticos, éticos y existenciales, que excedan los límites de cualquier forma de subjetividad miope y autista.
  En este caso, la artista abre deliberadamente la obra pluri-‑performatiiva en el corazón mismo de su producción, sometiéndola a continuos cambios y derivaciones, incluso no previstos en guión previo.     Los eventos se encadenan y van generando un interespacio, un intramundo que convoca al otro, evocando un sugestivo encadenamiento de gestos individuales. Al registrarlos en forma documental y analógica, Siegrist ya se encuentra en posesión de una primera entidad historiable, pero su ritmo resulta a posteriori indefinidamente repetible y mudable. Pero he aquí, que se trata de la repetición que produce leves diferencias: ningún gesto o acción son los mismos. Los invitados-‑protagonistas, no son los meros figurantes de un acontecimiento, sino los provocadores de desvíos y derivas de la acción, según sus propias necesidades y deseos. Por su parte, las imágenes van tomando cuerpo sobre las superficies bidimensionales del papel fotosensible.
  Estas tomas primarias, intervenidas digitalmente o no, son los correlatos de las actividades efímeras que acontecen en un espacio-‑tiempo, de carácter no lineal. En "Convite-‑convido" (2004) hay una necesidad imperiosa de capturar el vacío circundante, sea externo o interno, y de llenarlo, por medio de la inclusión de la mirada y el cuerpo de los otros, en un tiempo real, sujeto a la inevitable fragmentariedad de la toma fotográfica y la edición del vídeo-‑arte. Tiempo y espacio ahora "maquillados" por la post-‑producción foto-‑fílmica del evento. ¿Dónde situar el principio de verdad, dónde hallar el criterio de certeza de la performance? Las imágenes han dejado de ser testigos, han perdido su valor de referencia, ya no reenvían a ninguna realidad, dado que la misma ha sido transfigurada por mecanismos tecnológicos.
 Las prerrogativas de experimentación con la imagen estática y/o animada, en las obras de Siegrist, son doblemente tautológicas. Están ahí, con el sólo objeto de convertirse en artificios de una acción.
 Réplicas arbitrarias de un original, sujeto a infinitos cambios y reconversiones, manipulados por parte del artista-‑performer-‑editor.
Hoy en día, si bien se sigue utilizando, la palabra happening resulta ser una terminología trillada y vaciada de contenido, porque la mayoría de las veces se la emplea mal o fuera de contexto. Su creador, Allan Kaprow, un artista norteamericano de origen lituano, autor de los dos primeros happenings de la historia del arte, titulados "18 happenings en seis partes" (1959) y "Yard" (1961), ya había vislumbrado el sentido de contrariedad que dicho vocablo provocaba en el ánimo del espectador. Este no sólo comunicaba un significado neutro de 'evento' o de 'acontecimiento', sino, que además implicaba siempre algo del registro de lo imprevisible, de lo casual, de lo azaroso, de lo involuntario e indirecto. Claudia Laudanno

domingo, 14 de octubre de 2012

La película favorita de Elvis



El viernes pasado me cruzo con mi amiga buena onda que promueve el festejo de mi próximo cumpleaños. En menos de veinte horas tendré un año más, y mis pensamientos oscilan entre pacíficos y violentos con diferencia de segundos. Nunca sé si está bueno o no cumplir años, festejar, reunirse para enunciar y evidenciar el paso del tiempo. Pero, subida de pronto a la estela buena onda de mi amiga, dije: sí! Es posible concretar una reunión acorde a mis posibilidades, e inicié una travesía sencilla en la que listé cantidad de panes, chorizos, porrones, facturas, tortas y souvenirs para los invitados. Invite vía mail, via feisbuc, via sms, via chat, personal y telefónicamente. Invité amigos de todas las geografías y casi todos contestaron al R.S.V.P. de manera afirmativa. Otra amiga ya tenía el playlist armado. Pasaríamos una tarde de pompa, con ambiente familiar. La fiesta nunca sucedió, debí suspender a último momento. Aproveché la tarde para responder salutaciones que llegaban. Mucha soledad y gran cantidad de información para administrar. Al cierre del día vimos en casa por treintaiseisava vez La Fiesta Inolvidable:
hablaré, y escribiré, sobre La Fiesta Inolvidable (The Party o El Guateque), película del gran Blake Edwards. Es innegable recordar la primera vez que vi esta cinta. Sucedió en otoño del año 84 u 85 en que mis padres nos dejaban, a mi hermana y a mí, la tarde de domingo completa en cualquier cine cercano a casa. Aquella fue la primera vez que fuimos solas al cine y, para poder pegarle un tirón largo a la siesta amorosa que mis padres planeaban tener, nos depositaron a las tres y media de la tarde allí. Vimos la película dos veces con intervalo en el medio, cumpliendo la orden de no levantarnos de la silla por nada del mundo, hasta que mamá nos retirara a la tardecita. En una sola tarde vi La fiesta inolvidable dos veces seguidas, o sea: L-A-F-I-E-S-T-A-A-L-C-U-A-D-R-A-D-O,  en el Cine Teatro La Comedia (Mitre y Ricardone en Rosario). Bautismo de cine + hedonismo + cromatismo fijado para siempre.
Dicen que uno se acuerda mucho de las primeras veces, sí es que se ha reído y la ha pasado bomba, o si la ha pasado pésimo. Que las medias tintas no son poderosas para dejar marca en el taco de la memoria. Esa tarde de otoño quedó cincelado en mi occipital un repertorio visual de imágenes felices perennes. Así fue. Luego con esta peli comenzó a sucederme, y me sigue pasando, un permanente disfrute en diferentes capas de sentido, de sensibilidad y ansiedad. Siempre fue una película transversal a mi ciclo vital. Hubo momentos en que lo más habitual era descojonarme de la risa, como me sucedía en los 80, viéndola de manera maníaca. Luego, en la década del 90, me llegó el fanatismo por Peter Sellers y, comencé a seguir al actor en todos los VHS disponibles en los videoclubes de mi zona. Así fue como disfruté y sufrí con Chauncey Gardner, en Being there (1979), en la que Sellers ofrece su versión más triste, del outsider que nunca pertenece, recién salido de un cuadro de Magritte con su bombín gris. Desde La fiesta inolvidable, con una paleta pop tremendamente sintética y saturada, pasando por todas las panteras rosas, hasta llegar a Desde el jardín, podemos ver todo el círculo cromático y dramático de Peter Sellers. Lo he visto en todas las versiones de su destreza actoral abocado al borderline eterno y elegante, con cutis trigueño o pálido, parrandero o melancólico, muy inglés o muy foráneo, siempre sereno y con facie insípida.
Ahora, cada vez que veo una película, cualquiera sea, tengo a The Party como patrón de referencia. Sé que esto puede resultar absurdo y ridículo, por supuesto algo vulgar e inculto, pero me sucede. Por ejemplo, luego vi las de Tatí y me di cuenta que Edwards ha estudiado mucho al director francés. Las casas inteligentes accionadas por botoneras y paneles de control a modo de nave espacial en dos versiones: la wrightiana en el caso de Edwards y la lecorbusiana en el caso de Tati. Todo el despliegue del modernismo contra la artesanía de los gestos íntimos, alegres y revoltosos en personajes como Monsieur Hulot, en Mi Tío, y Hrundi V.Bakshi, en The Party. Las reglas de cortesía versus las escenas más espontáneas y cándidas.
Otro de los temas, es que la primera vez que detecté una película dentro de otra película fue con The Party. La cinta comienza con este recurso, con una burbuja de ficción dentro de otra supuesta ficción. Y acá sí, lo que más me cautiva de la película es que Blake Edwards, a parte del director y el guionista de las 56 páginas del libro, es un gran anfitrión omnipresente, discreto y oculto. Peter Sellers es el mejor adalid  de todos, junto al personaje del mozo borracho, éste gran coequiper pendulante.  Blake Edwards  propicia la gran fiesta inolvidable de 12 hs de duración, y la registra de manera documental. Siempre pensé que esa fiesta en realidad existió y, no sólo existió sino que, existió varias veces, durante meses seguidos. Invariablemente intuí que lo que veía en la pantalla era el registro documental de una escena, ficticia o no, pero de una escena con un fin principal: divertirse haciéndola;  y eso cuentan los actores de Edwards: era obligatorio divertirse en el set, emborracharse, enamorarse, fumar, drogarse, y hasta tener sexo con la ropa puesta (nunca fueron los desnudos material de inspiración para este director, sólo se llega a ver la piel de unos hombros y de algún que otro muslo masculino).
Peter Sellers, o el actor hindú Hrundi V. Bakshi , recibe una invitación postal, con altos sesgos protocolares y ceremoniales, en la que le informan que lo esperan al Dinner, que tendrá lugar  el día 8 de julio en el 8239 del Wild Rice Drive a las 8 de la tarde. El cierre de la tarjeta indica, en el ángulo inferior izquierdo, un “black tie”, y, en el derecho, un “R.S.V.P.”. Lo que obliga a Sellers  a vestir un tuxedo; él, en cambio, llevará puesto un traje color té con leche, una corbata colorada con medias al tono y zapatos blancos, y por supuesto no confirmará sus asistencia con antelación, hará caso omiso a las indicaciones inglesas y francesas respectivamente.
La fiesta transcurre bastante solemne si no fuera por los torpes espasmos de Sellers, quien se presenta como subversivo social ó activista festivo. Escasos 20 invitados, a la comida brindada por el matrimonio Clutterbuck, se aburren y guardan las formas, todos con good manners. El único que está a destiempo y fuera de sincro es este parvenu a quién nadie le conoce el nombre, que se encuentra de contracté, tanto por la ropa que lleva como por los modales que exhibe. Todo evidencia la torpeza de este ser desconocido. Más tarde llega la orquesta, 5 músicos, luego los bailarines rusos, unos 20, que se cargan la fiesta en el lomo con pura algarabía regada por vodka Smirnoff.  Para Edwards el consumo de alcohol ha sido un gran tema en toda su filmografía .Cuando aparecen los rusos sólo se toma Smirnoff. Se toma Smirnoff en vasos de trago largo, de old-fashioned y tumbler, en copa coctel y sherry, se toma Smirnoff  del pico también, empinando el codo. Pero una vez que irrumpe la gran bebida rusa en la fiesta, la fiesta se desmadra a límites orgiásticos de placer y diversión. Ya hemos duplicado la plaza de invitados. A esta altura de la cosa hay mujeres que buscan dulces en las heladeras, o que deambulan ebrias por los salones.  Luego, se genera la invasión de una juventud descarriada acompañada por un elefante pequeño, el que utilizan para manifestarse a favor del nudismo, del amor libre y de un mundo mejor. De la manifa a la fiesta. Momento de despiporre absoluto, más de 55 invitados presentes, y rostros de fisura real.
Aparecen consortes como la corbata, gran aliada en travesuras incómodas, también un ángel tierno que lleva el nombre de Michele Monet, de quién Bakshi se enamorará al final de fiesta, y el agua, por supuesto el agua, que cuela su torrente en la trama de manera inocua y caótica. Reg Allen y yo nos debemos un whisky compartido, sus decoraciones de set no sólo son increíbles como paisajes visuales, sino que generan pulsiones vitales al punto de haber querido estar allí. Los siempre pegadizos scores de Henry Mancini, la tipografía de los títulos hecha a mano, los planos secuencias largos y ágiles, el cuarto de baño con 5 desniveles diferentes, todo incitando la dicotomía festejable. Las guitarras vs. las balalaikas vs. el sitar, el piano de cola vs. el bayan,  el soviet festivo vs. la fiesta paqueta, los hogares a leña vs. las fuentes y cascadas, los colores quebrados vs. los saturados, el triciclo Morgan F-Super en que se pasea Bakshi vs. el Rolls Royce del gobernador, los bailarines rusos vs. los empresarios del star system hollywoodense vs. los jóvenes descocados manifestantes de Berkeley, los gatos vs. los papagayos vs. los perros falderos vs. los elefantes cachorros, escaleras por dónde se asciende vs. rampas por donde se desciende, hojas de bambú vs. plantas sandalias, juego de billar vs. tiro al blanco con dardos, pinturas informalistas vs. retratos clásicos, reproducciones de Chagall vs. cuadros del op art. Y así una lista interminable de asuntos diversos, confrontados, amigados en consenso y en  disenso, en una película eterna instalada en la visera de mis pensamientos; de la cual Elvis y mis hijos se confesaron fanáticos, también.
En La fiesta inolvidable el clima epocal mueve factores a la largo del argumento con tanto encanto como con valentía. La irrupción del festejo, de la juventud, de la bendita diversidad cultural, no sólo en los personajes, sino también en el elenco de actores y equipo de producción convocado. En simultáneo al estreno de la peli sucedía en París el Mayo Francés, Woodstock vendría un año exacto más tarde, las raves de larga duración recién pasados 20 años, y el Love Parade 21 años después.
Cuando llegué a la pubertad mi padre nos sentó, a mi hermana y a mí, para tener una de las pocas conversaciones que alguna vez tuvimos a modo de bajada de línea y nos transmitió el único saber que tenía a “la coherencia” como nodo: “chicas hay que ser coherentes: en los velorios se llora y en las fiestas se divierte”, luego traté de traducir ese saber, a mi lenguaje y a mi escasa experiencia vital, con estas palabras: “Hago travesuras indolentes cada vez que se puede. Tomo de más. Fumo de más. Soy torpe. Que la gente, toda la gente, haga más papelones que uno. Que seamos bondadosos con los festejos ajenos y podamos llorar en los velorios, cuando no hay posibilidad de evitarlos”.
Agradezco esas siestas dominicales en las que mis padres se juntaban a hacer el amor y  nosotras, con mi hermana, aprendíamos los procedimientos eficaces y eficientes del festejo y el buen vivir.

lunes, 8 de octubre de 2012

Radiografía de una línea en el CCPE.



Gravita la foto de un tractor manifestante urbano sobre mi espalda, preferiría pensar que llevo otras cosas en el lomo o que, sobre estos 180 metros lineales de exposición, podrían estar colgados los RES, los Richter y los Renzi que alguna vez fueron exhibidos aquí, pero lamentablemente hay un tractor:¡¡¡UN TRACTOR MADRE DE DIOS!!! Un elefante en un bazar haría menos ruido, de todos modos este aparato no logra hacer estruendo. Todo está compensado. Hace más de tres años montábamos con los Perassi y Res una casa de chapa en este mismo punto geográfico, en este mismo lugar, sobre estas coordenadas; polémicas las devoluciones para la expo santuchiana llamada “Acciones Rosarinas”. Gratamente acertadas las resonancias de “Sinopsis”, la gran antológica itinerante del fotógrafo, colorista y artista alemán Gerhard Richter.  Lujos que, por momentos, trae la vida de la producción cultural. Estos 560 metros cuadrados de superficie expositiva dan para todo y hoy aquí se concentra lo mejor que he visto colgado en años, o algo de lo mejor, en este dibujo chiquito (13 x 18 cm aprox., Sin título, EEUU, San Diego de 1987-ver foto movida): una mancha de tinta hecha desde el asiento del acompañante en un auto que marcha raudo por una carretera americana ochentosa rumbo a San Diego. En este pequeño apunte, de su libreta de trabajo, el trazo de Gerardo Caballero ofrece una deriva por mi cabeza que, si decido ordenarla cronológicamente en línea histórica retrospectiva, podría salpicar desde el extraño paisaje de la erupción del Vesubio de Andy Warhol (1985), el devenir de textos beatniks, las abstracciones anómalas de Mark Rothko o, bien más atrás, todos los andurriales por donde se ha movido Scott Fitzgerald, los recorridos de Abderramán, hasta los libros pendientes por leer de Venturi, (y una lista interminable, de cronistas viajeros, urbanistas, artistas y críticos, que tanto me recomiendan consultar). Hay en estas paredes una distribución gráfica mediada por un individuo riguroso, curioso y sensible. En la acumulación de las ideas, en el uso crónico y sostenido de una línea, de un mismo trazo, vemos un barco enunciado con 4 rayas, las ancas de unas vacas manchadas, líneas y más líneas, rayas y el desarrollo expandido de millones de paisajes, en un repertorio sincrético de sitios, pero único en su relato. Sin exagerar, me gusta pensar que Caballero tiene toda la piel de la Tierra dibujada en sus libretas como hiciera Georg Glockendon en el 1400. Una libreta es una cadencia abrumadora y todas esas libretas juntas son el cúmulo de la misma obsesión. De la construcción analógica de una idea, la carga de materia sobre una superficie que la aloje, de la luz generada en los blancos del papel o por la pigmentación de blanco sobre negro, a la obsesión por el espacio. La traducción del espacio al plano y el tráfico de luz a la superficie. El valor de luz es una renta notable en estos dibujos, en este atlas del claroscuro de los últimos 30 años, que se bancan la huella de lo inmediato. Yo vi esos mismos paisajes. La corteza de la tierra podría acumularse entre estos papeles civiles/serenos, que podemos mensurar en un cajón a modo de biblioteca improvisada, en orden de páginas, en extensiones de papel, en cantidad de cuadernos, exhibidos en sala. ¿Estos pueden ser los indicadores de un artista? ¿Podrá ser esta exposición una puesta a prueba de eficiencia? Yo diría que a veces las exposiciones son la muestra de un trabajo en el tiempo (cursos forzados), otras veces son experimentaciones en sí mismas y  también ejercicios de autodescubrimiento. Entonces me detengo a pensar en la posibilidad del baquiano, del baquiano del mundo, con dotes refinadas para la orientación, para la innovación, para husmear los secretos del suelo, de sus formas, sus colores, su consistencia, su distribución. El horizonte es un dato. Cada accidente, cada planicie, cada monte, cada pequeña porción del paisaje, le bastan para comprender todo en extensión. Posee un don para pensar lógicamente, según las formas de los llanos, las selvas, las montañas y para sentir intuitivamente la proximidad del agua, los árboles y los seres… podría seguir citando y apropiándome del tino de Ezequiel Martínez Estrada para justificar el trabajo de Caballero,  y concluir que la inefable mirada estereoscópica, que se orienta por indicios apenas visibles, sin que empero llegue a convertirlos en datos sensibles ni en notas conscientes. Sin pensar, sin recordar, sabe cuál es el camino que hay que seguir, y de noche lleva en los pies la seguridad del sonámbulo. En el after de la inauguración, entre pizzas y porrones helados, alguien me confiesa que logró saber que Caballero enfoca sus dibujos con un lente de 10 mm y que, de esta manera, consigue transcribir la mirada a una óptica precisa. Aquí el arquitecto, el artista, no se presenta desde el lugar del hacedor, se ubica en el sitio del rabdomante del territorio, pero en silencio y ofreciendo obra en bodoques habitables para la felicidad. Eso vi el viernes 5 de octubre a la tardecita en el CCPE/AECID de Rosario.

más acá: http://gerardocaballero.com/wp/?p=2014


jueves, 20 de septiembre de 2012

100 poemas.




Tengo, ya de vuelta, 100 poemas.
Tengo un vestido estampado, habado de amor,
con pintas fuxias
y espumas dorsales que me abrigan de tu falta.

Te espero vestida,
      pintada,
te espero enramando mis dedos por donde exhalo ansiedad

elegante,
frotando mis anillos con paciencia.

Me emperifollo para ser digna en el llano,
para que este descampado no se convierta en un baldío.





(habrá un video recital en el pasaje Pam el próximo 27/9)

sábado, 15 de septiembre de 2012

Acá adentro hay un secreto. (ADELANTO)



 "Acá adentro hay un secreto", habrá un videorecital, fotos y una plaqueta manuscrita y fotocopiada a la venta. Todos invitados!


Nuestro Cabañon



Tengo, ya de vuelta, 100 poemas