martes, 3 de diciembre de 2013

Cada semana


Sábado
Dos días flotando en el río y ahora, en el escritorio frente al teclado, oscilan mis palabras; estoy mareada de verdad. ¿Papá, hay algo que se llama laberinto?

Domingo
Leo los suplementos culturales del domingo y espero encontrarme entre las noticias. Leo PAMPA de Fausto Hernández y se deshace entre mis dedos; cae sobre mi tórax la página central en la que cuenta el tranco de un zaino, que late en la tierra noble. He tenido esas mismas impresiones y he podido escribir entre caballos. Los caballos deberían ser feroces, en sus ritmos de aire hay albedrío concentrado.

Lunes
Completo una encuesta en que me preguntan sobre los asuntos culturales destacables del año, y respondo tratando de ser lo más parcial posible. 
Por ejemplo: 
¿Cuál te pareció la mejor de las actividades –festivales, recitales, encuentros– culturales en Rosario durante 2013? 
Los recitales de lectura organizados en XXX en marzo y ahora diciembre; la voz vive bajo ese techo parabólico en Pasaje Arenales (vengan el viernes)

Martes
Reunión de ANUARIO en lo de Ricci, con Pablo y Gastón. 7 horas de conversación, ejecución y contenidos. Armamos una cuadrilla operativa y pensante.Tenemos un plan. Alto octanaje para nuestras reuniones. Llevamos 4 años escribiendo el mismo libro en la misma ciudad sobre un mismo campo. Somos como Los Chalchaleros, nos vivimos despidiendo. La despedida, el desguace, es nuestro combustible, veremos qué hacer el año próximo. Armamos el dream team de autores predilectos, nos damos gustos y pensamos que el trabajo es lo máximo.

Miércoles
Participo de una  sobremesa en la que se conversa entre camaradas, camaradas camaradas, gente que ha nacido entre el  32 y el 51. En esa tarde plena de acritud he recordado un texto hermoso de Sebreli sobre Simone de Beauvoir que leí en Setecientos Monos (en la excelente Antología a cargo de Gilda Di Crosta y Osvaldo Aguirre por Santiago Arcos). Me ha sucedido a los 23 años que abandoné mi voluntad por leer a Sebreli, casi a la misma edad en que abandoné a Sarlo. En ambos casos, por detectarles vicios horrorosos de celebridad literaria y de buenos modales para la práctica de la escritura de ensayo. Es decir, por saber escribir bien, por saber utilizar perfectamente el lenguaje, terminan diciendo cosas feas. Por eso, en el año 2001, decidí no leer más a Juan José Sebreli luego de haber estudiado Futbol y masas, Mar del Plata y el ocio represivo, El vacilar de las cosas, El asedio a la modernidad; y el remate, el colofón para abandonar mis lecturas exhaustivas de este autor, sucedió cuando la pluma virtuosa se puso al servicio del arte en su libro sobre las vanguardias del siglo XX llamado Las aventuras de la vanguardias: MADRE DE DIOS. Entre sus fuentes más citadas y sus agradecimientos figuraba Jorge López Anaya. En aquellos años mozos decidí renunciar a Sebreli. Pero hoy, casi 13 años más tarde, he vuelto a descubrir a este autor en una crónica que describe un fugaz encuentro con Simone de Beauvoir en París. Este texto es un perla. La crónica se llama Con Simone de Beauvoir y se me aparece en la página 161 de la ya citada antología. Es una locura, en la que Sebreli presenta una candidez bastante más noble que por estos días y describe los espacios domésticos de la autora: Ya no es la Simone de Beauvoir que vivía en una pieza desnuda del hotel de la Louisianne, con los años ha adquirido el lujo de los propietarios: un pasado. Simone se hace esperar, pero cuando aparece frente a Juan José se despacha diciendo que no llega a comprender la posición del partido comunista argentino y que quisiera entender el peronismo para poder alcanzar la realidad argentina. Que siempre con Sartre conversan de esto.

Jueves
Hoy, subo a regar las plantas, y rodeo el azórico para tenerlo más cerca, y recordar, de modo sistemático, que tanto un jazmín como un cometa pueden abrazarse. El azórico no te pide nada y te da todo. Mi bisabuela ha visto el Halley dos veces, y la segunda vez que lo vio, fue cuando la invité a mi terraza para que nos alucinemos juntas. Mi hermana no se acuerda de esto, y me dice que yo lo invento todo.Y la verdad es que lo invento todo, pero lo puedo inventar xq tengo muy buena memoria. Le pongo topping a los recuerdos, sólo eso.

Viernes I
Por la tardecita voy a Radio Universidad al programa Juana en el arco, y disfruto de una mesa poderosa con Virginia Giacosa, Fernanda Blasco, Sonia Tessa, Flor Coll, en el control Anna Gandolla. Leímos poemas de Tracción a Sangre y conversamos de la incomodidad como medio posible de producción sensible. Me gustó: 4 mujeres hermosas que se divierten, y generan eco en el éter desmadrado llegando, aún y sin saberlo, hasta orillas de Nilo. El sábado por la mañana recibo novedades de El Cairo. Nuestras voces transatlánticas.

Viernes II
El viernes a medianoche, mientras bailaba Bombón asesino, suena mi teléfono celular en el bolsillo, y yo me debato entre atender al número desconocido o seguir disimulando mi dolor de vaso fruto de mi fuera de estado en las pistas. Un trago. Las teclas, las pantallas, los escritorios, los libros te tapan las arterias. Escucho y leo entre líneas todo lo que vociferan, necesito tomarme un descanso de estímulos. La intoxicación es un estado tan productivo que mejor guardarse, regularse, abstenerse.

Sábado
Debería haber brindado en el Club Editorial Río Paraná con amigos por el cierre de un proyecto poderoso y por el inicio de otro que promete. He pensado en ellos mientras veía a mis niños avanzar en el paisaje con destreza amorosa, vestidos de colores iridiscentes. Leo un poema de Julia Enríquez que me revela algo
ahí está todo acumulado:
mi conformismo masoquista,
mis ansias de distorsión
cada semana,
mi enganche con lo peor
de lo que tuvimos,

mi vida enajenada

1 comentario:

  1. a mi me pasó con Sábato pero cada vez major y me gusta flotar en el Paraná es lo major que me pasó en mi vida alberdina, tengo otras vidas...............

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